Cambio de año
Concluye un ejercicio derechamente histórico, donde se corrió lo posible, donde se modificaron los mapas y se confirmó que el mundo es cada vez más político. El año que termina será motivo de análisis variados por mucho tiempo, pero 2020 está por construirse y debiera ser tomado como la oportunidad para un nuevo ciclo del país.
Si el ejercicio que termina quedará en la historia, el 2020 será fundamental para el país, probablemente similar a lo que fue 1990, el primer año de Patricio Aylwin, cuando aún se tejían sospechas de la capacidad de conducción civil, tras 17 años de mano militar. Habría que recordar las experiencias de aquel tiempo para tomar los aprendizajes y dar cuenta de que malas decisiones pudieron tener terribles consecuencias.
Con toda seguridad tendremos meses calmos en enero y febrero -por lo demás, ya tenemos síntomas de aquello en estos días- para enfrentarnos entonces a un marzo movido por el regreso de las clases y una "normalidad" que pudiera estar determinada por una minoría violenta y otra que no tiene interés en el diálogo, sino en ejercer su derecho a veto y una intolerancia completa con otros pensamientos.
Hace algunos días precisábamos que la menor cantidad de hechos violentos se explica fundamentalmente por la sabiduría de la sociedad, la misma que se manifestó en un inicio, aburrida con los abusos, la que reclama dignidad y que exige un trato justo y que luego se desmovilizó masivamente ante el imperio de la violencia como estandarte de unos pocos que causaron mucho daño.
Pero esa desmovilización no implica el abandono de la molestia y el reclamo, que siguen vigentes.
En lo económico las incertidumbres son igual de potentes. El menor dinamismo y la destrucción de capital instalado ya significa menos empleo y habrá un evidente problema con la magnitud de las inversiones -nacionales y extranjeras- por el nivel de incertidumbres instaladas.
No se trata de criminalizar el movimiento social, en absoluto y muy por el contrario. Debe remarcarse que los principales responsables son nuestras vapuleadas autoridades, que de una vez deben entender las demandas y ser capaces de conducir al país en un sueño que hoy no tiene. Pero es fundamental entender y construir, porque esto no es puro voluntarismo.
El año termina así con grandes divisiones y una sensación de que tenemos semanas fundamentales para avanzar, con proyectos de ley en marcha y otros que están aún fuera del debate.
No será sencillo lo que se viene, por lo que se exigirá paciencia y sabiduría para salir fortalecidos, en paz y con claridad de que la oportunidad de un Chile mejor es posible si se leen correctamente las demandas del chileno y se dejan de interpretar en clave ideológica errada los fenómenos apreciados.