Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Actualidad general
  • Opinión
  • Clasificados
  • Servicios
  • Deportes
  • Espectáculos
  • Contraportada

El pesebre de San Francisco

E-mail Compartir

A San Francisco de Asís debemos nobles tradiciones que no perdieron su tierna médula de amor. A él corresponde la costumbre de los villancicos navideños. A comienzos del siglo XIII, tradujo del latín a la "lengua vernácula" los que le parecieron dignos de ser cantados por los fieles, en templos y calles.

A San Francisco, también, se deben los pesebres que reproducen el momento glorioso del Nacimiento de Cristo. Al principio los realizó con personajes vivos, organizando espectáculos de fervor y de belleza que, luego, al tiempo transformó en los que, actualmente, conocemos.

Antiguamente, hablábamos, en Chile, de "nacimientos". Alberto Blest Gana describe la costumbre tradicional de los "nacimientos", en su novela "El ideal de un Calavera":

En 1941, algunos amantes del folclore como don Aureliano Oyarzún, Oreste Plath, y otros, fundaron la Unión de Pesebristas de Chile, deseosos de estimular el antiguo uso, despertando la fantasía infantil y la unidad familiar, por su encuentro con Jesús.

Además, se combatió la Navidad fría, de Santa Claus nevado, en la necesidad de una bella Navidad Chilena. Para esto, se propuso hablar, en adelante, de On Pascual, figurándolo como un chileno viejo y risueño, querendón y esforzado.

En Antofagasta, hubo un "nacimiento" célebre, mantenido, por espacio de medio siglo, por Haydeé Latrille Fraga, quien lo cuidaba con delicado celo, preocupada siempre de embellecerlo con nuevas figuras.

La idea del "pesebrismo" la trajo a la ciudad la Hermana María Teresa Chandía, de la Compañía del Divino Maestro, a la que secundaron alumnos de la Universidad del Norte. Más tarde, prosiguió en este afán Monseñor Francisco de Borja Valenzuela. En el Jurado encargado de otorgar los premios, actuamos tres veces, acompañándolo a visitar "nacimientos" la tarde del 25 de diciembre.

Hoy, Ettie Roco estimula la hermosa tradición, Su voluntad de arte y amor cristiano, amparada por autoridades culturales y educacionales, posibilita que nuestros niños sueñen y, así, defiendan su imaginación, que soporta tantos riesgos de perderse. Es una forma alta de entender y honrar, creadoramente, al Niño de Belén.

Andrés Sabella, El Mercurio de Antofagasta, 24.12.1982