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10 años | 16 de diciembre de 2009

Muere mujer por heridas de accidente

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La señorita Silvia Salas Edwards muere en Santiago a causa de las graves heridas sufridas en un accidente automovilístico. Tenía la base del cráneo fracturada.

También se informa que personal de la aviación festejó con un almuerzo a Dagoberto Godoy por el aniversario de la travesía de Los Andes.


No hubo oponentes


por casino La Portada

Por tercera vez fracasó el llamado a propuestas para la concesión del casino y mirador La Portada, ya que ayer venció el período de postulación sin ningún interesado.

En el primer llamado se presentó el señor Iván Arzic, pero distintos problemas hicieron que todo quedara en nada.


ABBA, en el Salón de la


Fama del Rock and Roll

El Salón de la Fama del Rock and Roll ha anunciado que el próximo grupo en ingresar en sus filas va a ser una banda que algunos no calificarían precisamente de rock. Los suecos de ABBA engrosarán las filas del Salón de la Fama junto a grupos como The Stooges, Genesis, Jimmy Cliff y The Hollies.

Paz y justicia social

Dos valores trascendentales para cualquier democracia, que deben ir de la mano. Nunca nadie nos debería hacer preferir una por sobre la otra. "Cuesta creer que quienes han participado de saqueos o roto la infraestructura pública que les sirve a todos, tengan como objetivo la justicia social".
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La frase "No hay paz sin justicia social" se ha hecho recurrente en carteles, muros y telas desplegadas en marchas o licenciaturas. Y parece un buen resumen de lo que le pasó a Chile. Un "oasis de tranquilidad" que de pronto se convirtió en un torbellino. Es que aunque parecía que había paz, faltaba justicia social. O por lo menos no había un equilibrio adecuado.

Desde el retorno a la democracia Chile tuvo notables avances, pero quedó claro con este estallido que faltaban pasos fundamentales.

Los datos son elocuentes: alto endeudamiento, acceso muy desigual a la educación y a la salud (que termina desequilibrando la cancha prácticamente desde la cuna), barrios con escasa infraestructura, excesivo centralismo, entre muchos otros problemas.

Y todo esto ha derivado en algo posiblemente más complejo e irritante que incluso la desigualdad de ingresos: la desigualdad social.

Los chilenos sentimos que hay un profundo desequilibrio en el acceso a oportunidades y en el trato entre ciudadanos que en teoría tenemos los mismos derechos y deberes.

En esta sociedad es común que se pregunte el colegio en el que se estudió y que algunos apellidos abunden en los altos cargos, tanto de empresas como del servicio público.

Peor aún, los llamados delitos de cuello y corbata, como la corrupción y las colusiones, tienen penas ínfimas en comparación a delitos que hacen mucho menos daño al conjunto de la sociedad.

Se hace necesario recalcar que los conceptos de paz y justicia social son fundamentales para cualquier sistema democrático. Y lo que hemos visto durante esta crisis lo confirma. Es muy difícil que las legítimas demandas ciudadanas puedan concretarse si las manifestaciones son tomadas por los más violentos. De hecho, cuesta creer que quienes han participado de saqueos o roto la infraestructura pública que les sirve a todos, como lo ocurrido en el exoncológico o con los semáforos, tengan realmente el anhelo de mejorar la sociedad. Y cuando se justifica ese actuar, o simplemente se guarda silencio, nos hacemos cómplices del absurdo, tal como hemos sido cómplices en el pasado -con nuestro silencio como sociedad- de la corrupción y los abusos económicos.

Vidas frágiles

"No supimos leer lo evidente, el abandono de nuestra infancia vulnerada"
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Es difícil por estos días no entrar en la contradicción aparente entre las manifestaciones pacíficas y la violencia ejercida, y algunas veces vista románticamente, como si no hubiera tras ella dolor, abuso y utilización de vidas frágiles, marginadas, que por momentos se sienten parte de una comunidad que los valora, que los ve, para luego ser carne de cañón de quienes alientan la represión, donde la voz ciudadana se ahoga para dar paso a la destrucción. Usados y desechados como lo han sido siempre en sus cortas vidas. A ellos, los que desertaron de un colegio, los que se fugaron de una residencia y no fueron buscados por nadie, porque a nadie les importa, sino es para estigmatizarlos y culparlos.

En el año 2015 la Fundación San Carlos de Maipo junto a Paz Ciudadana presentaron un estudio que consideró a más de 2000 internos de 9 penales, y que evidenció la profunda realidad de exclusión social de quienes terminaron en la cárcel. Ya en esos años advertíamos de la masividad de las pandillas vinculadas al narcotráfico, del efecto del abandono escolar, del consumo de drogas de hasta 10 veces la media de la población, de la falta de acceso a la Salud y otros servicios elementales, de la ausencia de modelos parentales positivos, donde cerca de la mitad de los internos habían pasado por un centro de Sename. La violencia en la Cárcel parecía ser un síntoma de lo que se incubaba afuera.

No haber previsto este estallido, significa que no supimos leer lo evidente, el abandono de nuestra infancia vulnerada por décadas, hoy significa adultos ajenos a las oportunidades y familias excluidas. La segregación, la discriminación, la exclusión social, la explotación, la falta de prevención, fomentaron una cultura de violencia, reactiva al abuso, precaria en el valor de la vida, fragilizada por el mundo narco y delictivo que capitalizó entre niños y jóvenes la temeridad para usarlos y darles un falso sentido de comunidad.

Si no somos capaces de romper la dinámica de la exclusión, estaremos hipotecando el futuro de nuestro país y no sólo porque la violencia sea la respuesta instalada para expresar el descontento social, sino porque los que la buscan instalar, cada vez irán fortaleciendo sus propios espacios, donde tampoco velarán por los que lo necesitan y usarán de ellos para desarrollar su negocio de destrucción

Chile tiene una gran oportunidad de construir una nueva Visión de País, aprovechar la mirada sobre la realidad de los que sufren y transformar nuestra sociedad. Se requiere Liderazgo y generosidad para poner sobre todo voz a los que no la tienen.

Marcelo Sánchez

Gerente general de Fundación San Carlos de Maipo