Destrucción sin sentido
Semanas de vandalismo han dejado huellas profundas en la ciudad. Locales tapiados, congestión y una sensación de impunidad se instaló en la urbe. La violencia contra locales comerciales, bienes de uso público, semáforos, mobiliario, en definitiva, contra la ciudad y sus espacios, es un sinsentido, una autoagresión y un retroceso para todos.
Las protestas y enfrentamientos que hace más de cuarenta días se registran en Antofagasta están dejando profundas huellas en la ciudad, que ya suma pérdidas por varios miles de millones de pesos. Locales comerciales saqueados, una red de semáforos destruida, mobiliario roto, edificios públicos quemados, colegios vandalizados son parte de una larga lista de efectos indeseados provocados por grupos extremos que no han podido ser controlados por las fuerzas del orden, pese a que existe consenso -y evidencia- de que se trata de una minoría.
El centro de la ciudad refleja de buena forma la cara más amarga de las últimas cinco semanas. Tiendas blindadas, escombros, restos de barricadas que a tempranas horas todavía humean y olor a lacrimógenas reciben a las personas que por uno u otro motivo deben concurrir al corazón de la urbe. Es un escenario que entristece y confunde, el centro es hoy es un lugar desconocido, ingrato, aparentemente sin ley.
Y es esto último lo que más inquieta. En las últimas semanas hemos visto como grupos pequeños, pero en extremo violentos, se apoderan de este espacio durante las tardes y noches, actuando contra bienes públicos y privados.
La escena de un grupo de ellos haciendo un asado sobre el fuego de una barricada con productos que -demás está decirlo- habían robado de un local saqueado minutos antes, es una demostración del descaro y la impunidad con que se actúa.
Nuestro centro, descuidado hace años por malas políticas y negligencia, vive su momento más crítico y costará mucho recuperarlo.
La violencia extrema contra locales comerciales, bienes de uso público, semáforos, mobiliario, en definitiva, contra la ciudad misma y sus espacios, es un sinsentido, una autoagresión y un retroceso para toda la ciudadanía. Una derrota para la sociedad, en última instancia, porque es claro que se daña lo que no se siente como propio, y quizás en eso está finalmente el gran fallo. Antofagasta es de los antofagastinos. La frase parece obvia, pero en las circunstancias actuales, vale preguntarse por qué no a todos les hace el mismo sentido.