Condiciones normativas del orden social
"Las manifestaciones pacíficas son absolutamente válidas al propugnar expectativas morales esperables en los ciudadanos". Alberto Torres Belma, Sociólogo y académico de la Universidad de Antofagasta
El estallido social en nuestro país plantea diversos análisis interpretativos. A éstos no puede permanecer ajena la Teoría del Reconocimiento del sociólogo alemán Axel Honeth, quien plantea la existencia de tres condiciones normativas para el orden social: el amor, el derecho y la solidaridad. Desde la perspectiva de Honeth, el amor se vincula a la dependencia afectiva-corporal del ser humano, la libre entrega de uno hacia el otro y el reconocimiento recíproco que contribuye a la construcción de lazos de confianza. Por otro lado, el "derecho" implica pensarnos a nosotros mismos y a los demás como individuos con obligaciones y expectativas morales y jurídicas. Finalmente, la solidaridad implica compartir ciertos valores y la capacidad de valorar a cada persona en relación a sus cualidades y características singulares.
El "amor" parece haber desaparecido de las interacciones sociales. Las acciones violentistas de grupos reducidos, que por cierto empañan una demanda social legítima, han sumido a gran parte de nuestra sociedad en una fuerte angustia e incertidumbre. Así, desde la perspectiva del ciudadano medio, pareciera que poco importa el amor al momento de levantarse ciertas banderas de lucha. Es por ello que debemos poner atención en cómo enfrentamos el temor de la población y posibles incidencias en la salud mental de los ciudadanos. No obstante, el amor como condición normativa del orden social, plantea un desafío para los líderes políticos que consista en dejar de lado las mezquindades y pensar en el "amor a Chile" tan pregonado en épocas de campaña. De nada sirven los perdones sucesivos, que se han transformado en un cliché poco creíble y forzado.
El "derecho" implica que como ciudadanos seamos capaces de reconocer que podemos ejercer libremente nuestros derechos, sin comprometer los de otros, además de exigir un mayor compromiso y respuesta del Estado a reivindicaciones legítimas y estructurales. No obstante, debemos atender a nuestros deberes, entre ellos contribuir a la paz social, respetar visiones de país distintas y en el caso de grupos reducidos, respetar el libre ejercicio de las actividades laborales y cotidianas, lo que sólo redundará en beneficio del principal aludido en las discusiones contingentes: el pueblo. En ese sentido, las manifestaciones pacíficas son absolutamente válidas al propugnar expectativas morales esperables en los ciudadanos, el Estado y de la clase política en su conjunto, como por ejemplo la cultura cívica y la probidad y empatía en el arte de gobernar, respectivamente.
Finalmente, la solidaridad es un valor que no debemos perder en este ajetreado período de éxtasis social. Además, la capacidad de valorar las características propias de cada persona y culturas debe ser la piedra angular del nuevo orden social y la directriz que impregne las manifestaciones pacíficas. Por otro lado, es el sello que debiese impregnar la nueva Constitución Política del Estado y los proyectos de ley impulsados por los poderes ejecutivo y legislativo.
Si no atendemos a las 3 condiciones normativas del orden social, estaremos a un paso de una agudización mayor del estallido social en nuestro país.