"Tenemos un país donde aquellos que deben gobernar no
Luis Riveros Cornejo, exgran maestro de la Gran Logia de Chile y exrector de la Universidad de Chile es uno de los observadores más agudos de la Nación.
Su juicio respecto de la marcha del país no es nuevo; hace años viene advirtiendo de la crisis que amenaza a la República, toda vez que existe una lectura deficiente del ser y el colectivo nacional; una consecuencia de la carencia de ideas, conducción y falta de consensos para delinear el futuro.
Se trata de un emplazamiento directo a quienes hacen política, los que en opinión del economista, profesor de Historia y licenciado en Filosofía, han mostrado un liderazgo insuficiente que tiene consecuencias, como el actual conflicto nacional.
Crisis de los políticos
Considerando las veces que advirtió los problemas del país, no sé si le ha sorprendido lo ocurrido estas semanas.
-No me sorprendió la protesta, pero sí la forma en que ella ha tenido lugar. Al respecto, hay tres aspectos a tener en consideración. El primero, es la connotación social derivada de la ausente conexión entre crecimiento y estabilidad macroeconómica, por una parte, y el bienestar de una mayoría de la población por otra. La gente está insatisfecha por el empobrecimiento relativo, incluyendo el peso de la deuda personal y el costo de los servicios, comparado con el deterioro de los ingresos. Lo segundo es la crisis asociada al hecho de que los políticos son percibidos como grandes responsables de lo ocurrido, porque no advirtieron los problemas, se mantuvieron en su burbuja y no hicieron nada para corregir los asuntos más cotidianos que afectaban a la gente. Aquí se incluye el tratamiento otorgado a las colusiones en los precios y las clases de ética para algunos; el financiamiento ilegal de las campañas y el beneficio para las empresas; los grandes desfalcos cometidos junto a los perdonazos tributarios; los escandalosos fraudes cometidos en instituciones públicas. La sociedad responsabiliza a los políticos de no protegerlos, los ve lejanos, muy bien pagados, pero ajenos a sus problemas, absolutamente indolentes.
Y en tercer lugar aparece el ingrediente emocional en estas protestas, asociadas a los jóvenes, a quienes no hemos integrado a la sociedad, que se perciben fuera del sistema y de sus beneficios y que ni siquiera educación suficiente han tenido. Es a esta insatisfacción juvenil que se ligan muchos hechos vandálicos y hasta delincuenciales porque obedecen a un segmento de la población que está, de hecho, al margen de la sociedad.
Podría decirse que el estallido tiene una causa económica, pero en el fondo esta es una crisis política.
-Ciertamente. En el fondo tenemos un país donde aquellos que deben gobernar no están al tanto de los desafíos que tiene Chile en el largo plazo y no dan respuestas. No han sabido corregir los problemas, no han entendido las señales, lo que da cuenta de que esta es una crisis política, o quizás mejor: una crisis de los políticos.
¿Por qué el estallido social ocurrió ahora y no el año pasado o hace dos años si las condiciones estructurales eran más o menos las mismas?
- En este tipo de fenómenos sociales existe siempre "la gota que rebalsa el vaso" y esta fue el aumento de los $30 del Metro, que luego se corrigió, pero ya había explotado el problema. Era el ingrediente que faltaba y desató todo lo demás.
Eso daría fuerza a la tesis de que en mejores condiciones económicas esto no habría ocurrido.
-Probablemente. En condiciones económicas mejores desde el punto de vista distributivo, del estatus social de la gente que está más atrás, esto no habría ocurrido o se habría minimizado la protesta, pero se acumuló mucho y se sumaron estos jóvenes "Ninis" (que ni estudian ni trabajan), donde no hay un diagnóstico razonado para toda su protesta y aparece la violencia y todo eso. Pero ellos son la expresión de todo lo que les hemos dado, y no les hemos dado educación.
¿Qué tan relevante resulta la desigualdad en todo esto?
-Es un factor relevante. Hemos disminuido la pobreza de 40%, en 1990, a 8%, en la actualidad, pero aquí importan las diferencias y el país ha ido percibiendo que hay gente que importa y gente que no importa. A algunos los llevan presos por vender en la calle, pero si se trata de un hombre importante solo paga una multa y no va preso. Estos tratamientos van acentuando la idea de discriminación que no ocurre solo por ingresos.
¿No le parece que la interpretación del fenómeno de la crisis social no se ha entendido lo suficiente y sin eso difícilmente se puede avanzar en las soluciones?
-Así es. Es una crisis con enormes complejidades. Los políticos, desde hace mucho, no han sabido leer las implicancias de las manifestaciones ciudadanas.
El concepto de "no más abusos", que alude al de "dignidad", resume bastante bien la demanda de la población. ¿Qué significa?
-La sociedad estima que hace enormes esfuerzos por su desarrollo, mientras el Estado no aparece en su auxilio y reclama por esa presencia, especialmente para que no se discrimine y abuse de una ciudadanía ya cansada. De parte de la política no hay una reflexión profunda del fenómeno y sobre la construcción de país; hay una crisis de las ideas, de liderazgos suficientes. Entonces tenemos una sociedad huérfana de aquello. El reclamo por mayor dignidad es justo, porque la ciudadanía se siente maltratada y al margen del interés de la política pública.
Lo que parece claro es que hubo variadas señales del malestar hace bastante tiempo.
-Sí. Ya desde el año 2006 observábamos una creciente molestia manifestada de distintas maneras, con puntos altos como la "Revolución pingüina" de 2011, con la destrucción de la confianza ciudadana en las instituciones, especialmente en la política, cuestiones que se traducen por ejemplo, en la significativa abstención electoral o en la pésima evaluación de partidos políticos e instituciones como el propio Congreso Nacional. Pero se ha escuchado mucho a intelectuales palaciegos que no leyeron correctamente lo que estaba pasando y en consecuencia su diagnóstico no fue suficiente para tomar otro rumbo. Las señales del hastío ciudadano, acumulado por largo tiempo, no han sido atendidas apropiadamente.
Se ha dicho que el pacto social del país descansó en las últimas tres décadas en el éxito del consumo como promesa. Eso parece bastante débil para la construcción de un país.
-Los chilenos estamos midiendo casi exclusivamente nuestro éxito en lo material y con ese estándar, la infelicidad será permanente y creciente. Es cierto que el país tiene resultados macroeconómicos, materiales, objetivamente muy buenos. Pero hay también una enorme insatisfacción en la sociedad chilena, debido a las diferencias y a la existencia de un trato no adecuado con las más débiles. Yo extraño que no tengamos referentes políticos que entreguen claridad del momento actual y propongan soluciones. No hay personalidades de la talla de don Pedro Aguirre Cerda, quien planteó un estado republicano con un fuerte rol en educación; o de un Arturo Alessandri, quien auspició una nueva Constitución en 1925 que permitió estabilidad, pero más allá de eso, una reflexión de lo que era Chile y hacia dónde se quería ir a 20 o 30 años. Hoy los políticos plantean cuestiones con visión muy acotada: de uno, dos o tres años. Se extrañan aquellos políticos que pensaban iniciativas que sobrepasaban su propia gestión y estaban dispuestos a asumir los costos, cuando los beneficios los obtendría otro.
¿Implica que no tenemos sueños, cuestiones que consoliden identidad?
-Es cierto eso. Se necesita liderazgo, conducción, referentes y es allí donde ha fallado la clase política. No nos ha dado nada de eso. En el pasado los partidos políticos eran los que encauzaban este sentimiento, la frustración ciudadana que se va produciendo en los distintos períodos históricos. Pero hoy no tenemos partidos políticos en eso; son clubes electorales.
Crisis moral
Riveros plantea que se trata de una crisis moral, manifestada en la escasa disposición política para abordar las cuestiones centrales. Lamentablemente, tal debate aparece cada vez más contaminado por el impacto de las redes sociales, donde abunda la violencia, las noticias falsas y poco ánimo para la conversación.
Respecto de la violencia, la autoridad estima que en parte se explica por la frustración, pero también por la presencia de jóvenes que no han sido formados en el respeto a la institucionalidad, la vida democrática y el respeto al bienestar de los otros.
"Por lo tanto, destruir medios de transporte público, oficinas públicas, farmacias, eso va creando esa sensación de que se trata de jóvenes que nunca aprendieron que esas cosas eran importantes. Y muchos de ellos están vinculados a actividades ilícitas, la delincuencia. No solamente es disconformidad".
Parece que conocemos poco la sociedad y el ser nacional.
-He dicho que se ha escuchado poco a los historiadores. Muchas de estas cosas estaban escritas en los recientes 50 años.
Usted planteó ya hace tres años, la necesidad de un acuerdo nacional. ¿Qué ejes consideró?
-Creo que un acuerdo debe trascender a los conglomerados políticos vigentes, fundar su mirada en el largo plazo y debe contener al menos siete ámbitos sobre los que es necesario tener acuerdo para transformarlo en orientaciones para la nueva administración de gobierno, cuya responsabilidad debiera estar en encauzarlo hacia su efectiva concreción.
Modelo económico, que defina las bases esenciales de la estrategia de desarrollo haciendo primar el interés social y perfilando la solución a problemas como pensiones y salud pública.
Descentralización efectiva, para que las decisiones radiquen en regiones.
La educación como eje central de la política pública; la internacionalización e integración económica, especialmente en Latinoamérica; un Estado activo, que lidere el desarrollo económico, sin abandonar su responsabilidad primaria en política social; protección del medio ambiente, logrando un equilibrio que sea al mismo tiempo garante de un crecimiento sostenible y de una matriz energética suficiente; y como séptimo punto, construir un nuevo escenario político, con una efectiva refundación de los partidos, implicando también una nueva Constitución Política generada con efectiva participación.
Más Estado…
-Definitivamente. El Estado debe ser un conductor en muchos planos, en la educación pública, por ejemplo, en la salud; abordar la desigualdad que produce la mecánica económica, vía una efectiva redistribución de los ingresos. Hay que hacer un esfuerzo por avanzar hacia una democracia más directa y los políticos tienen que asumir un rol distinto, conductores y capaces de encauzar el pensamiento ciudadano. El rol del Estado, general, debe ser entender las demandas y encauzarlas.
Parece que las distinciones de "izquierda" y "derecha" no nos sirven para interpretar el presente y menos para proyectar el futuro.
-No tenemos políticos con estatura. No hay, por ejemplo, un Enrique McIver (abogado y hombre público de inicios del siglo pasado que manifestó, por razones muy similares a las actuales que "los chilenos no somos felices"), mostrando caminos, haciendo reflexión. Fue muy importante el acuerdo por la Constitución alcanzado el viernes pasado, pero hasta ahora nos hemos quedado en eso y nadie precisa qué es lo que hay que cambiar de la Carta Magna. El mero cambio de la Constitución no arreglará ninguno de los problemas que fueron planteados por la sociedad. Por eso advierto que podemos inducir una nueva frustración. La gente espera que los políticos se sienten a discutir el plan que permita abordar sus necesidades actuales de manera concreta y realista.
¿Qué hay que hacer para recuperar la confianza?
-Esa es la pregunta del millón. Si estamos vendiendo esto de que cambiando la Constitución van a solucionarse los problemas, eso va a producir un nuevo acumulado de problemas. Tenemos que, en paralelo, tener un pacto social nuevo y un compromiso de cómo vamos a ir avanzando en esa materia. Me parece que ha faltado claridad de los políticos que se mantienen en debates muy alejados como esto de los dos tercios o los tres quintos. Eso le da lo mismo a la gente, que quiere solucionar sus problemas como las pensiones, los remedios o el ingreso mínimo, cuestiones que no serán solucionadas, necesariamente, con una nueva Constitución.
Toda su argumentación apunta a que en Chile debe debatirse un nuevo modelo de desarrollo…
-Ahí es donde hemos sido poco innovadores, mirar un poco más la experiencia europea y aprender de los errores. Nos ha faltado pragmatismo y sobre todo tener una mirada más amplia y de largo plazo.
"Si estamos vendiendo esto de que cambiando la Constitución van a solucionarse los problemas, eso va a producir un nuevo acumulado de problemas".
están al tanto de los desafíos que tiene Chile"
"El Estado debe ser un conductor en muchos planos, en la educación pública, en la salud; abordar la desigualdad que produce la mecánica económica".
"El reclamo por mayor dignidad es justo, porque la ciudadanía se siente maltratada y al margen del interés de la política pública".