Hacer pedagogía
Chile no solo ha dejado de enseñar educación cívica o pedagogía; las mismas empresas no explican su rol, pocas se abren a comunicar a la sociedad. Uno de los principales desafíos del futuro -y esto no estará en acuerdos de ningún tipo- será romper esta inercia individualista, para pasar a vernos como parte de algo más grande.
Hace años que Chile ha dejado de hacer pedagogía de materias relevantes, mostrando una simpleza y una pobre visión de lo que es el ser humano. Se quiso abandonar la Historia, se dirá que es optativa, y se abandonó la educación cívica, porque no se le consideró necesaria, para un país que recuperó ejemplarmente la democracia, pero que ha hecho muy poco para explicarla y profundizarla.
Y hoy tenemos un cúmulo de ciudadanos que no entiende lo que es vivir en sociedad, que parece no aceptar que el juego de la ley es reprimir los instintos individuales para hacer posible la convivencia de todos de una manera igualitaria.
Aquellos que piensan que sin leyes y sin Estado viviremos un sueño bucólico y de paz completa se equivocan rotundamente. Es todo lo contrario y hay pinceladas por estos días, donde observamos el caos y el descontrol precisamente en aquellos sitios donde la ley, es decir, el Estado, no parecen operar. En situaciones así solo se impone el más fuerte o el que más grita y eso es lo que el imperio de la ley busca evitar.
Pero eso debe aprenderse y entenderse. Es un proceso de educación.
¿Qué pensaban aquellos que dispusieron de estas ideas? ¿Acaso sumir a la población en una ignorancia, dejándole a cambio abandonados a la libertad económica como bien supremo?
Habrá que entender que el ser humano es muy complejo. Hemos convivido con mitos/sueños durante años; así se crean las religiones e ideologías que hacen una promesa a la sociedad, le dan sentido a la vida y calman las pasiones que desata la comprensión de la soledad y finitud del ser.
Lo mismo pasa con las empresas que, además de sus obligaciones propias de generar utilidades, han abandonado la pedagogía de su propia labor. Así se han extraviado los vasos comunicantes y el sentido de pertenencia que requiere cualquier sociedad.
La sociedad no es un cúmulo de compartimentos estancos, una depende de la otra, se benefician mutuamente y así debe ser entendido. Uno de los principales desafíos será romper esta inercia individualista, para pasar a vernos como parte de algo más grande, lo que exigirá reconstruir las confianzas y comenzar una nueva forma de hacer las cosas.
De eso también se trata el nuevo pacto que repercutirá en un desarrollo más amplio para nuestro país.