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"Papes" y corridos

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El dieciocho recién pasado, restringido en condumios y bebestibles por eso de mi salud quebrantada, hube de encontrar otros caminos para enfrentar el largo feriado. Ajeno a los volantines, jotes, cambuchas y "cascochas", encontré en el emboque y el trompo la entretención que me permitió recuperar habilidades y destrezas con las que -cuando niño- soñaba convertirme en "zaino".

Hablo del trompo, ese "de siete colores" del que nos versó Alejandro Galaz. Tuve varios. Hechos en el torno de casa por mis propias manos. Y en casa, hicimos el más grande que he visto. Con un trozo de alerce de un poste de alumbrado público. (No se sorprendan, aún quedan en la ciudad, postes de esa preciada madera.) Tan enorme, que solo las grandotas manos de mi padre lograban hacerlo bailar, usando de "guaraca" un largo trozo de cordelillo.

Este "dieciocho" compartí con mis nietos la novedosa maravilla de jugar al trompo. Me prestaron uno que estaba bastante "cucarro", pero poco a poco, moviendo la púa, lo dejé "sedita". Tanto, que apenas se sentía en la palma de la mano. Era "de tiro largo" y me esforcé para que mis nietos aprendieran a "alzarlo". Les demostré que había varias maneras de echárselo a la mano: "A lo cuchillo", "a la copita" y "al vuelo". Todas destinadas a sacarle el jugo al trompo y jugar "a los papes" o "a los corridos".

Les expliqué que el "pape" era el golpe dado a una moneda o una cala, para lo cual, el trompo se alzaba y se "ladeaba" hasta lanzarlo sobre la moneda. Si lograba impactarla, la pieza volaba por los aires. Les dije que los "corridos" eran una modalidad de impulsar la moneda con golpes dados con la púa del trompo…. Y que para este modo de jugar, había que ser sumamente hábil.

El dieciocho quedó atrás y el juego del trompo se esfumó. Sólo quedó en mi mano la huella de la púa, que casi me horadó la palma… Y la cicatriz de una ampolla en mi índice derecho, de tanto y tanto enrollar la guaraca.

¿Mis nietos? Ellos volvieron a "su mundo". Prefirieron seguir jugando con el celular…

Jaime N. Alvarado García, profesor normalista, periodista, escritor