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Cambiar al sistema y que duela

"Debemos aprovechar la actual coyuntura para introducir mejoras la sistema económico chileno". Antonio Sánchez, Presidente de la Cámara de Comercio de Antofagasta
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Parafraseo al presidente de la CPC, Confederación de la Producción y el Comercio que hace unos días señalaba que como parte de la solución a los pedidos de la sociedad, los empresarios deberían "meterse la mano al bolsillo y que duela". No creo sea suficiente, necesario, pero no suficiente.

Uno de los principales problemas de nuestra economía está en la escandalosa e inmoral concentración de la economía.

Hoy, en nuestro país, por cada sector de la economía, hay sólo dos o tres actores, incluso uno en algunos casos, lo que impide una real competencia. Además, en algunos sectores, estas dos o tres empresas intervinientes, han dejado de competir y se reparten el mercado, como vemos por ejemplo en los supermercados, donde hay supermercados para ricos y otros para clase media, no digo para pobres, porque no les interesan.

Es muy fácil, cuando son tan pocos los supuestos "competidores", ponerse de acuerdo y llegar a los bullados casos de colusión que han sido denunciados en los últimos años, ¿Cuántos más habrán ocurrido sin que hayan sido detectados?, o en otras palabras, ¿Cuánto nos habrán robado sin que lo notáramos?

A lo anterior se suma las integraciones verticales en distintas empresas, donde la que te vende la camisa, también es dueño del banco que te otorga el crédito y también es dueña de la empresa que hace la cobranza. El que produce el medicamento, te lo vende en su farmacia y si el medicamento no sirve te lleva a su clínica y te cobra con su isapre?

Tos esto es parte del gran "enrabiamiento" con el sistema, palabra que no existe pero que todos entienden, porque todos lo sentimos y que ha estallado en estos días.

En Chile no existe un sistema capitalista de libre mercado, o desde hace rato ya no lo hay, por que para que lo haya debe haber competencia y esa, por lo menos a nivel de grandes empresas no existe.

En algunos países existen mecanismos que cuando una empresa supera cierto porcentaje de participación en algún mercado, es obligada a dividirse y vender cierta parte.

Debemos aprovechar la actual coyuntura para introducir mejoras la sistema económico chileno que impidan esa concentración que termina destruyendo el propio sistema, por eso digo cambios hasta que duela, porque no es fácil, si no se hace, esta explosión actual, podrá aplacarse, con calmantes temporales, aumentos de sueldos, mejoras de pensiones, pero si no se ataca el fondo, sólo tendremos que esperar que nuevamente esta "olla de presión" acumule energía suficiente para volver a explotar.

La crisis con el desafío regional

Antofagasta tiene una conversación pendiente con la industria minera. Una vez saldado este momento, el asunto debe retomarse con mayor urgencia. Hacia el futuro, lo mejor que podemos pedirle a la minería es que apoye la consolidación de un cluster fuerte, lo que solo será conseguido apoyando a las compañías instaladas en Antofagasta.
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Antofagasta, como región, tiene problemas bastante distintos al resto del país. Las demandas están determinadas por calidad de vida de las distintas comunas, el aporte de las grandes industrias y por las oportunidades que ofrece el territorio.

Y eso hay que cuidarlo.

En medio de la crisis social que vive el país, es probable que sean muchas las transformaciones que estarán en marcha, varias de las cuales tenderán a favorecer al centro del país, que es el que tiene objetivamente los déficits más severos.

Antofagasta tiene en plena discusión, por cierto inicial, una conversación con la industria minera, en términos de generar un nuevo trato con esta industria, detalles que ellos han recibido de buena forma.

Se trata de cuestiones que se explican por razones diferentes a las de la crisis nacional y respecto del cual tenemos un desarrollo incipiente, pero bien aspectado considerando la voluntad manifestada por las principales empresas.

Llegar a un acuerdo no es un asunto de pura buena voluntad, sino de una necesidad, por los desafíos que tiene la Región de Antofagasta, en un país y un mundo que está azotado por los cambios de distinto tipo: sociales, tecnológicos, militares, laborales, medioambientales, legislativos, por nombrar algunos.

Ciertamente esta es una zona minera, pero el devenir de la industria, su impacto y beneficio no genera conformidad en el territorio que tiene problemas concretos. Al tiempo, también está el desafío de mejorar la eficiencia de la industria y atraer más inversión.

Eso es lo que debe corregirse y generar este diálogo es urgente para beneficio de todos, porque las quejas están haciendo que cualquier actividad sea más compleja de desarrollar, con pérdida de oportunidades para toda la sociedad, es decir, si no hay consensos elementales, las posibilidades de fracaso aumentan y con ello perdemos paz social.

No enfrentaremos meses fáciles durante el futuro inmediato, pero el país sabrá salvar el desafío, a partir de allí hay que reconstruir algo distinto, asumiendo el mundo y las demandas sociales. No será fácil, pero sí posible, con diálogo y buena voluntad.

Nuevo pacto social en Chile

"La subida del dólar, sin duda, fue la presión necesaria para tomar acuerdos políticos". Dra. Francis Espinoza F., Académica UCN
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Uno de los tantos rayados de la ciudad habla literalmente de "falsos líderes", me imagino que haciendo alusión a la desgastada y desacreditada elite gobernante. El análisis sobre la falta de liderazgos durante esta crisis institucional - ciudadana ha rondado las conversaciones cotidianas y el "habitus asambleístico" de cabildos y reuniones de una sociedad civil hambrienta de discusiones políticas y de profundos cambios en el país.

Sin embargo, no se ha podido dar respuestas a quién o quiénes podrían encauzar esta "primavera chilena". Pareciera ser que el acuerdo llamado "histórico" que avanza hacia una nueva Constitución podría dar luces de un liderazgo compartido entre los partidos políticos, aun cuando la derecha ha ido poniendo en la agenda pública nombres como Mario Desbordes, el gobierno ha apostado por Gonzalo Blumel y Karla Rubilar, y la izquierda "still at work" ha apostado por los mismos rostros de siempre como presidentes de partidos y gente del parlamento como el senador Jaime Quintana. Todos liderazgos tibios.

¿Será el tiempo de ejercer liderazgos personalizados?, o ¿la ausencia de ellos se deberá a la actual concepción de ésta como una "Postdemocracia" en palabras de Colin Crouch (2000)? En una sociedad postdemocrática se hace uso de las instituciones democráticas, pero éstas sólo constituyen una cáscara formal donde pequeños grupos de élite económica nos gobiernan; en el fondo, las decisiones se "cocinan" en una "arena democrática neoliberal".

Por otra parte, frente a expresiones de ingobernabilidad, el hecho de transformarse en un líder o lideresa implicaría casi un acto suicida, o una inmolación de contener en las manos una "papa caliente". Por algo renunciaron la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra y de la Cámara Baja, Víctor Borda en Bolivia luego de la salida de Evo Morales del poder. O podríamos pensar en un "liderazgo casual" como el de Brian en la película protagonizada por el grupo cómico inglés Monty Python, "La Vida de Brian", un mesías aclamado por error y sacrificado por la pugna entre la disconformidad del pueblo y el poder romano institucionalizado.

Efectivamente como dice Léon Dion (1968), podríamos especular en que un buen líder representa un héroe o heroína o un/a hombre/mujer común y corriente, o más aún que estamos viviendo en una sociedad sin liderazgos tangibles. De acuerdo a Masciulli y otros (2008), la falta de liderazgo político "rutiniza" la gobernanza y ésta se convierte en una tecnocracia donde se repiten los patrones de administración política.

En estos momentos de "conversaciones políticas constituyentes", se ve la urgente necesidad de instaurar nuevas formas de liderar el país, pero no a la usanza weberiana de 'Herrschaft': autoridad, dominio, control, sino más teniendo en cuenta la concepción de Parsons y Arendt de que el poder no es algo institucionalizado per se, pero sí implica una acción más cooperativa y comunitaria, pues no necesariamente la escuela anarquista francesa (Charles Fourier) y americana (Henry David Thoreau) habla de la inexistencia de gobierno, sino de la existencia de un buen gobierno con liderazgos éticos.