Cuando la poesía se despide
"Los poetas, claramente, ven un mundo en una nube y un infinito espacio en una flor".
La poesía chilena está triste ante la partida del poeta, por convicción, y profesor normalista, por oficio, Floridor Pérez. Un poeta del Sur de Chile, de un lugar cercano a mi hogar, en la Región de Los Lagos. Tierras lluviosas, húmedas y de vientos pérfidos. En los años 80, siendo adolescente, y ya partícipe de todo lo que significaba el compromiso político, solíamos leer, de manera clandestina, los versos del libro "Cartas de prisionero" que no eran otra cosa que un canto doloroso y vibrante a la vida, al amor y a la justicia social. Una poesía rica en versos de simpleza, que entremezclaba el dolor por el tiempo histórico y el sufrimiento por estar en las mazmorras. Solo entenderán, de manera completa, creo, ese sufrimiento, aquellos que han vivido y experimentado el dolor testimonial del desamparo y el encierro.
Floridor Pérez, se inscribe en el grupo de los poetas nacionales que asumieron el compromiso social más allá de toda duda. Hubo, por cierto, una identificación por las circunstancias sociales y políticas que vivía y por las formas de significar los hechos bajo una mirada éticamente responsable lo que, según los estudiosos, es la auténtica literariedad o poeticidad. Un poeta que superó el dolor y la ignominia en los años en que "picaban las jaibas" y que se transformó, para las generaciones de estudiantes y jóvenes, en un promotor de las lecturas y talleres poéticos.
Pérez hizo de la interacción de la palabra una parte espontánea del juego de los niños y niñas, en diversas escuelas, como una actividad recurrente, voluntaria y hasta universal haciendo del ejercicio de la escritura, y de la lectura en voz alta, una reconstrucción del mundo para asumir la sensibilidad como un espacio pleno de fantasía y conducta imitativa. De un modo tan intuitivo como rítmico, Floridor dejó que la poesía familiar del Sur, en primera instancia, creara las condiciones para el afecto, el sosiego, la alegría y el ritual para el abordaje de la comunicación en esa línea del "decir bien", como señalaba Marcel Mauss.
Por esa razón, el poeta Floridor Pérez prodigó múltiples esfuerzos por hacer de la palabra su propia vida y su actividad creadora en un todo amalgamado, rico e imaginativo. Como buen viajero estuvo en distintos lugares de Chile asumiendo que aún en la restricción se puede tener la libertad como emblema y sentimiento. Los poetas, claramente, ven un mundo en una nube y un infinito espacio en una flor. Tienen, en gran medida, una capacidad para hacer caber el reloj del tiempo en un verso y señalar que la sensibilidad es el campo de acción de un artista literario. Seguramente habrá poemas que quedaron pendientes y quedarán como metáforas de su existencia para hacer ascender aún más al escritor en su realidad, en su "voz" y en su deseo.
Francisco Javier Villegas
Profesor de Castellano, Doctor en Didáctica