Las redes sociales parecen haber democratizado las posibilidades de las personas por disponer sus opiniones, pero al mismo tiempo, tal como lo citó Umberto Eco, le han entregado al ignorante o al estúpido la chance de igualarse con el experto o el sabio.
El escritor italiano lo citó de esta manera. Antes, la opinión de quien no sabía estaba ceñida al bar, es decir, a un espacio inofensivo, más vinculado con la fiesta que con la reflexión. Pero hoy, con el avance de las RRSS, tenemos a esos mismos sujetos pontificando respecto de todo, sin saber de nada o muy poco, con apenas algunas ideas generales como bandera.
Así entendemos la fuerza con que se repiten algunos juicios derechamente falsos: que el planeta Tierra es plano, que las vacunas producen enfermedades, que el hombre nunca llegó a la Luna, solo por nombrar algunas que están en boga.
¿Qué puede explicar esto?
Indudablemente parece haber un fallo en la forma en la que estamos educando a la población, cuestión en la que se han generado brechas para la irrupción de discursos erróneos, pero atractivos.
Por otra parte, es cierto que los mitos son fáciles de propagar (de allí el éxito de los rumores a lo largo de la historia humana); y también algo más filosófico vinculado a la búsqueda de sentido en las vidas.
El ser humano parece confundirse entre esa necesidad de tener un propósito y creer en algo. De allí que la secularización de la sociedad parezca estar traduciéndose en una merma de la religiosidad católica formal, pero en un incremento de otras alternativas más parecidas al paganismo o las teorías conspiracionistas; en resumen, algo así como romper con los modelos más tradicionales, pero no para dejar de creer, sino para cambiarlas por otras.
Pero esto es un problema, ya que no es solo anecdótico, sino que pone en riesgo fundamentos básicos y a las propias personas. Las vacunas, por ejemplo, salvan vidas, nos protegen, no son un peligro y aquello es una certeza probada, no una mera impresión.
La tontería, tal como lo dijo Eco, anda suelta y debe ponérsele atajo a tiempo porque puede ser muy perjudicial para toda la sociedad.