Mujer y política: ¿Que 300 años no son nada?
A un año más de conmemorarse el día Internacional de la Mujer, me parece oportuno analizar el rol que hemos jugado las mujeres en los espacios públicos, dejando de lado el confinamiento privado al que siempre hemos estado atadas. La historicidad nos sumerge en una sociedad civil que ha sido organizada sobre la base del binomio público V/S privado, así lo público -por 'concesión divina'- ha sido otorgado al género masculino, y lo familiar a nosotras. La ausencia de referentes femeninos en las diversas disciplinas (historia, política, economía, arte, cultura, educación, deporte) ha perpetuado las desigualdades.
En la conferencia sobre 'Mujer y Política' que asistí durante mi estada de investigación en Bilbao en febrero pasado, la Dra. Teresa Laespada, parafraseando a Teresa de Jesús (1515) y a Mary Wollstonecraft (1759), nos hizo notar algo que a diario siento como mujer desarrollándome en las áreas del conocimiento: la total invisibilización de nuestros saberes y destrezas en la esfera pública. Sin duda como decía Simone de Bouvaire (1908), no se hace mujer, se llega a serlo, pero también ocurre con el género masculino, entonces ¿por qué las mujeres hemos quedado excluidas del ejercicio del arte de la política por más de 300 años? Tanto la teoría como la práctica política no nos hacen justicia. Un filme interesante al respecto es 'María Estuardo, Reina de Escocia', el cual expone una lectura más allá de la rivalidad entre las primas María I (la católica) e Isabel I (la protestante). Ambas mujeres se disputan el poder de un 'Reino Unido', pero con lealtades y admiraciones ocultas que hablan de una solidaridad de género a través de dos estrategias distintas: la masculinización en el caso de Isabel y la maternidad por parte de María. La película nos habla, además, de las duras traiciones masculinas que sufren ambas al mando del imperio inglés.
Si nos sumergimos en la Ilustración, quedamos totalmente excluidas de las narrativas machistas sobre el 'pacto social'. Locke hace la diferencia entre la sociedad política y la familiar, y nos sitúa fuera de la vida política y social. Resulta que con Rosseau hay que ser demócrata para los hombres y naturalista-biologicista para las mujeres, pensando en nuestra 'natural' condición de inferioridad para estar en lo público, y así no tenemos derecho a la ciudadanía. Es aquí donde nos autodesignamos el 'tercer estado del tercer estado', es decir, el pueblo del pueblo. Desde la sociología, el rol de la mujer ha descansando en su feminidad y su cualidad sexual de reproducir la biología y la cultura de la humanidad, demasiado peso para unos pobres hombros marginados por siglos. Esto último ha estado siempre muy presente en el discurso de los gobiernos de derecha: la familia, y la responsabilidad de nosotras a cargo de ese buque. Pero, con los gobiernos de izquierda, la mujer ha sufrido discriminación positiva y, tal vez, el cuoteo político no sea más que otra estrategia de invisibiilzación de capacidades para ejercer poder.
Desde la política también se ha dicho que nosotras tenemos mucho poder en la sombra al estilo cardenal Richelieu o Rasputín, pero la literatura nos dice que la mujer ha llevado a cabo prácticas de influencia, persuasión y convencimiento, incluso su condición sexual para ejercer un poder 'inexplícito'. Esto podría ser muy cuestionable, pero desde la práctica nos incorporamos en los espacios públicos a través del tardío derecho a voto y al mercado laboral, pero siendo protagonistas del espacio privado a través de la maternidad o del cuidado de adultos mayores.
La invisibilidad de las mujeres ha sido una herramienta fundamental para perpetuar el sistema patriarcal, pero aquí no basta con 'epistemologizar' el género, hay que hacer activismo político más allá de aquellas lecturas más contemporáneas de populismo político que caricaturizan a la mujer en política: la 'Dama de hierro', la 'Barbie' o la 'Marimacha'.
Greta Thunberg es una escolar sueca que desde agosto del 2018 protesta todos los viernes en contra del cambio climático sentada afuera del parlamento sueco. Su clara y profunda denuncia ha tenido una repercusión inusitada: en 270 ciudades del mundo miles de jóvenes han salido a las calles exigiendo a las autoridades acciones inmediatas para frenar el calentamiento global. El tiempo se agotó, el futuro ya llegó y no es muy grato. Greta se presenta a si misma: 16 años, activista del clima, con Asperger. Y además, es mujer.
Personas como Greta están cambiando el mundo, están haciendo que muchos despierten de un letargo sin justificación. Si seguimos incentivando los mismos modelos de desarrollo en que se fomenta la desigualdad y el consumismo, las mismas miradas de una sociedad obsoleta, la misma forma de hacer las cosas, nada avanzará.
Los cambios vienen desde la diferencia.
Las mujeres hemos estado por mucho tiempo marginadas de distintos espacios. Se nos conminó a realizar labores específicas y restringidas, sufriendo discriminación, abuso y violencia. A pesar de numerosos avances, aún las barreras son enormes. Uno de los objetivos de desarrollo sostenible para el año 2030 de la ONU es la igualdad de género, porque claramente, el mundo no avanzará sin mujeres en igualdad.
Vivimos una época que probablemente fue soñada por nuestras madres y abuelas, donde muchas de ellas dieron su vida para que tengamos mayores derechos y oportunidades. Las reivindicaciones feministas son justas y necesarias, el que diga lo contrario no comprende que la base de la existencia humana es su diversidad.
El movimiento feminista llegó para quedarse, nunca más aceptaremos ser ciudadanas de segunda ni tercera, que se nos diga que no somos capaces, ni como debemos vivir.
La igualdad se alcanzará en base a acciones decididas y concretas. Es urgente apoyar a las niñas y mujeres para que desarrollen todo su potencial y tengan todas las oportunidades posibles, que no por el hecho de ser mujeres reciban menos salario, maltrato, violencia y discriminación. Este 8 de marzo lo conmemoramos con la verde y púrpura esperanza de que la voz de Greta y tantas otras se multiplique en un arcoíris de futuro, ese mismo que ya llegó.
Francis Espinoza
Dra. en Ciencias Políticas y Estudios Internacionales.
Cristina Dorador
Científica y académica