Los resultados del Mapa Nutricional dados a conocer la semana pasada por Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, Junaeb, son preocupantes, pues vienen a confirmar que la población escolar chilena sufre altos niveles de sobrepeso y obesidad.
Según este estudio anual, la mitad de los alumnos del país exceden los valores recomendados, siendo las niñas las más propensas a esta condición.
La investigación mostró que en Antofagasta el problema es menos severo, lo que sin dudas es una buena noticia, aunque no nos exime de tomar acciones para evitar que nuestros estudiantes sufran las consecuencias de esta epidemia de los nuevos tiempos.
En efecto, el sobrepeso y la obesidad son una de las nuevas preocupaciones de la medicina mundial por su vinculación directa con una serie de males que lesionan seriamente la calidad de vida.
La obesidad es una enfermedad crónica, que se caracteriza por un incremento anormal del peso debido a la acumulación excesiva de grasa corporal, como resultado de un desbalance entre el consumo y el gasto de energía. En la infancia tiene graves consecuencias, tanto para la salud síquica como física de quienes la padecen. Expertos advierten que los niños con sobrepeso pueden ser hipertensos y tienen alto riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipercolesterolemia, hígado graso, apneas del sueño, problemas óseos y, en las niñas, anormalidades en el periodo menstrual.
A nivel sicológico el escenario no es mejor. Estos niños suelen sufrir discriminación y burlas en el colegio, lo que se traduce en trastornos de conducta, angustia, depresión, baja autoestima, aislamiento e inseguridad. A eso se suman posibles malos resultados académicos e introversión.
Por eso lo que indica Junaeb no debe tomarse a la ligera y es obligación del Estado llevar adelante la batalla contra este peligroso mal. La ciencia, y la experiencia, se han encargado de demostrar que el viejo aforismo que dice que "un niño gordo es un niño sano" es una falacia. Lo real es que un niño gordo es un niño en riesgo, y nuestra infancia es un tesoro valioso que no podemos dejar de proteger.