Frei en Sala Ercilla
La Sala Ercilla, lugar de Arte, con exposiciones, pequeña Sala de Teatro, conferencias, perteneciente a la Universidad del Norte, proyectaba la difusión del ámbito cultural de la ciudad universitaria.
Un sábado de 1967, finalizando el montaje de una exposición individual, me dirigí a la puerta de la Sala: la calle Prat era solitaria en los sábados de aquellos años. Con asombro veo una comitiva que se acerca: era su Excelencia el Presidente de la Republica Don Eduardo Frei Montalva, con el intendente Joaquín Vial, el poeta Andrés Sabella, Floreal Recabarren y otros personeros. Su Excelencia, en un breve paseo por calle Prat, se detiene en la puerta de la Sala. Alguien me presentó al Presidente. Le explicaron que estábamos montando una exposición. La comitiva completa ingresó y me pidieron acompañara a su Excelencia en torno a la muestra pictórica.
En esa época, el proceso político se iba agudizando. Yo me identificaba con la Democracia Cristiana: nos ubicábamos en el espacio crítico de Bosco Parra que terminaría en Cristianos por el Socialismo y el MAPU. Admiraba a Eduardo Frei y sus orígenes en el Humanismo Integral de Jacques Maritain. Como artista cristiano me alimentaba en la estética Neo Tomista, de "Arte y Escolástica". Maritain fue un filósofo identificado con el arte moderno, amigo de Rouault el pintor y su grupo generacional. Su esposa Raissa se movía en ese ambiente de arte de la Escuela de Paris.
Yo había expuesto obras de crítica social. Un óleo era "Fin de la Patria Joven": tres señores muy gordos, con una inocente flor blanca en su mano derecha y en la otra, un instrumento de tortura. Cuando llegamos al cuadro, por respeto a la investidura de don Eduardo, le cambie el título. Él observó en silencio. De seguro entendió lo que yo quería decir.
La obra fue adquirida por el abogado Carlos Marín, que fue mi alumno de pintura.
Cuando falleció, el Presidente Frei, en ningún momento lo dudamos: ¡había sido asesinado! La justicia ha demorado en llegar. Me espanta pensar que en la clínica de una universidad católica se haya albergado tal nido de víboras.
¡Mi recuerdo emocionado para un gran hombre!
Andrés Sabella
Waldo Valenzuela