Orlando Cáceres Alliende
Al regresar a la ciudad, hace algunos días, caminaba por calle Prat en la intersección con Matta y, de improviso, "divisé a Orlando Cáceres Alliende". ¡Imposible!, exclamará alguien. Créalo. Era él. Cabizbajo, casi refunfuñando, urgido por sus propios sueños. El mismo que atraía la atención de los antofagastinos en la década de 1960 o 70.
Los recuerdos me asediaron. Permanecí de pie en una esquina. Este santiaguino llegó a La Perla del Norte de ocho años, en 1920. Recuerdo su fotografía de joven veinteañero que Manuel Sánchez Aliste le dedicó en "Antofagasta Literario" (1934). Allí aparece entre la profesora Juana Bugueño Pizarro, promesa de la poesía local y el muy premiado, Carlos Marcoleta Aránguiz. Sánchez Aliste lo presenta como un "Muchacho de vanguardia" y concluye reconociendo que "Tiene condiciones. Triunfará en la poesía, si no le falta perseverancia y afán de perfección." Eran otros tiempos en la ciudad.
Cáceres se incorporó a la actividad cultural. En "El Sol" de Carlos Rojo Indo se desempeñó de periodista. "El Mercurio" publicó varios de sus poemas. En 1931, Sabella editó "Antof" y Cáceres aportó dos poemas: "Días de Suicidio" y "El poeta-mármol". En septiembre de ese año publicó "Niñas del Asilo" desbordando su ternura. Para octubre de 1932, con seudónimo "Roberto C", publicó "Optimismo", canto para la Reina de las Fiestas Primaverales. Sabella lo entusiasmó para que estructurara un libro. Su título: "Valiadaris Sugerencias del Norte". "Valiadaris", en una maqueta de junio de 1943, ofrecía doce páginas con diez poemas. Manuel Durán Díaz también se interesó en esta publicación.
En algún lugar, en la otra vida, Cáceres, Sabella y Durán Díaz ya editaron este fascículo. ¿Cuántos nortinos de lejanos días -todos muertos hace tiempo-- ya lo habrán leído? Entre tanto, aquí las cosas siguen igual. "Ve qué puedes hacer algún día con esos poemas", fue lo que me dijo Sabella, cuando los puso en mis manos. Andrés, aquí nadie se acuerda de "El loco Cáceres", gran amigo. Yo me sentí obligado a garrapatear estas líneas, porque lo acabo de ver en la calle.
Osvaldo Maya, Miembro de la Academia Chilena de la Lengua