Muchas gracias, Antofagasta
Hoy homenajeamos a nuestra ciudad y al hito histórico del desembarco de las tropas chilenas en 1879, que permitió tomar posesión efectiva de estas tierras. La ciudad es mucho mejor que ayer, a pesar de nuestras torpezas y de no entender la posición privilegiada en la que nos encontramos, respecto de Chile y de las naciones vecinas.
Antofagasta celebra hoy 14 de febrero una nueva fecha de su aniversario, aunque no se trata de una data rigurosa, más bien recordamos el desembarco, hace 140 años, de las tropas chilenas en el inicio de las hostilidades de la Guerra del Pacífico.
La ciudad alberga desde entonces 400 mil almas, un 15% de los cuales son inmigrantes aproximadamente. Está junto al Pacífico y los cerros, ciudad minera, sostén de Chile, repleta de epopeyas en el desierto más árido del planeta, fortaleza para sobrevivir, ingenio para consolidarse como gran ciudad, a pesar de las adversidades.
Antofagasta es un milagro. Pocos lograrían construir lo que hemos hecho, con esfuerzos y errores en el pasado, guerras de por medio, momentos terribles y dramáticos como la falta de agua y alimentos, personas afectadas por el cáncer y hoy por otros males como una educación al debe, problemas en salud, falta de bienes de uso público, en resumen, falta de calidad de vida.
Sin embargo, los avances son evidentes. La ciudad es mejor, a pesar de nuestras torpezas, falta de rigor y compromiso, los logros están allí y es esto lo que debe cuidarse, pero también entender que puede hacerse algo mucho mejor y que debemos avanzar hacia tales objetivos.
Antofagasta es una gran ciudad y puede ser mejor si es que nos concentramos en lo necesario y lo importante: en las personas, que deben ser el foco de cualquier política pública. Si las autoridades comienzan a entender que hay que apreciar las oportunidades y dedicarse a servir (de eso se trata lo público), más que solo a ser observadores y la población comienza a ser activa en sus demandas, la historia será otra.
El problema elemental es el deteriorado tejido social, la falta de compromiso por el otro, el desarraigo y la existencia de un barniz que nos una a todos, que dé cuenta de que podemos ser un cuerpo más que una suma de individuos- consumidores. Si logramos aquello, y esto sí es una épica, nuestra querida Antofagasta será cada vez mejor para todos.
Pero al menos demos las gracias a esta ciudad que nos acoge con tanto afecto y tan enorme y desinteresada generosidad.