¡Pobre roto chileno!
¡Y tanto que hablamos de amor a Chile y a sus hijos, y el 20 de enero, aquí, nos echamos al bolsillo al "roto" en su gloria! Hasta hace poquísimos años, el 20 de enero era una fuerte vibración de patria que nos conmovía. ¿Y ahora…? Recordemos solamente al Intendente Rolando Garay, quien, en 1975, se esforzó por honrar al "roto", exaltándolo en su gloria de armas, al organizar un espectáculo extraordinario en la Plaza Colón. Nos correspondió escribir el libreto, y fueron actores universitarios los que trabajaron esta exaltación. No podemos saltarnos esta fecha singular: es la del nacimiento de nosotros mismos en fervor de Chile. Los rotarios la evocaron con un vino fraterno. Entendemos que hubo, también, alguna acción deportiva. ¿Y qué más…? ¡Pobre roto!
Pero, la vida arma la gracia de sus piezas, con sabiduría, y he aquí lo extraordinario: sin proponérselo, Anita Richter, Cónsul General de la República Argentina, nos permitió, por bella casualidad, brindar por el "roto", en su hogar. Invitó a cenar a varios asistentes al II Encuentro de Artesanía, siendo visitas principales Oreste Plath y Manuel Dannemann, con el único objeto de charlar en torno al tema. Alguien reparó en la coincidencia de la fecha y de la cena y, entonces, espontáneamente, todos, de pie, brindaron por la ventura del "roto". Y, enseguida, porque el amor de los pueblos americanos fuese una sólida verdad. Sonreímos, felices: ¡al final de "su día", el "roto" lograba un gajo de cariño para su memoria!
Al abandonar la cena, las estrellas nos repetían que "rotos" y "gauchos" poseemos tradición y porvenir comunes en arrojos y en progreso.
Nota de la Redacción: Cada día 20 de enero se celebra el "Día del Roto Chileno'' en reconocimiento a los soldados que participaron en la Batalla de Yungay el 20 de enero de 1839, donde las tropas comandadas por el general Manuel Bulnes vencieron a la Confederación Peruano-Boliviana. Se instituyó el 20 de enero como el «Día del Roto Chileno» a partir de 1889. Andrés Sabella recordaba con fervor esta fecha.
Andrés Sabella, El Mercurio, 25.01.1988