¡Peligra el Muelle!
A comienzos del siglo pasado, la poza del salitre era un bullente paño de mar, donde alternaban las operaciones de carguío, trasbordo de pasajeros, recepción de cargas, materiales e insumos para la floreciente industria salitrera. El movimiento de remolcadores, chalupas, lanchones, vapores y veleros era de tal intensidad que los abordajes eran frecuentes y demandaban alta pericia en los patrones, remeros, "boceros" o lancheros.
En esas aguas se vivieron episodios de ribetes alarmantes y en uno de ellos estuvo en riesgo la operación del muelle del Ferrocarril, entonces mucho más corto que el actual. La barca "Dos Amigos", botada en astilleros yankees, de propiedad de los chilenos Palacios y López de 124 toneladas de registro, quedó fondeada dentro de la poza, en tanto se evaluaba la condición de su obra viva, afectada por la broma, (especie de polilla de mar). Estaba imposibilitada para zarpar, sus cuadernas estaban debilitadas y tenía varias vías de agua. En ese estado, una imprevista braveza cortó las amarras y precipitó la averiada nave contra el muelle del Ferrocarril, generando un tremendo problema a sus operaciones, que se vieron suspendidas.
Trámites, permisos, inspecciones y autorizaciones, determinaron la remoción de los restos náufragos, que había quedado incrustados en el pilotaje del muelle ferroviario. Pero no era tarea fácil y se optó por el uso de explosivos. Se emplearon dos torpedos, que no fueron suficientes. Hubo que recurrir a la dinamita. Aunque los tiros fueron dispuestos en puntos claves del pecio, estuvo latente la amenaza de provocar daños en los pilotes del muelle. Cuando se encendieron las mechas, todos se persignaron y se encomendaron a cuanto santo fuera posible, para que la tronadura no afectara la incipiente instalación portuaria.
Felizmente, los restos de la barca "Dos Amigos" fueron convertidos en astillas, retirados con muchas dificultades y el muelle sobrevivió incólume a tan severa amenaza.
Jaime N. Alvarado García, profesor y periodista