El hombre del 12
El 12 de diciembre me trae siempre, cuando aparece en los calendarios, un bello recuerdo de mi infancia, jugando en calle Prat, unido al cumpleaños de Elías Zalaquett Kanaan. Elías es el Hombre del 12. Nació el 12 de diciembre de 1912, horas antes que yo. Nuestros padres convertían ambas fechas en una sola y ardíamos los dos en el júbilo de los besos y los regalos.
Venían a celebrarnos los demás muchachos del barrio. Desde luego, nuestros vecinos, Jorge y Leopoldo Rimassa del Solar. Frente a la casa de Elías, se hallaba la pastelería de César Araujo, "La Giralda". Alfonso, su hijo menor, vivía soñando teatros ideales en los que todos actuábamos, vistiéndonos con cualquier trapo perdido en nuestros hogares. Alfonso levantó, en el fondo del patio de la pastelería, un escenario que parecía hundirse a cada paso. Ahí, fuimos actores por veinte centavos.
La elegancia máxima de este teatro la puso, un día, Elías Zalaquett, llegando vestido como el héroe de la película "La marca del Zorro". Nos deslumbró. Alfonso no demoró en sorprendernos convertido en tamborero de una estudiantina madrileña. Los redobles de su tambor continúan sonando en el fondo de la calle de mi infancia.
Establecimos un "hipódromo" en calle Prat, para solaz de nuestras vacaciones: los "caballos" eran bolitas de colores que echábamos a rodar de la puerta de la joyería de mi padre a la de la farmacia de Rimassa. Nuestros gritos animaban la tranquilidad de calle Prat en 1924, en 1925.
El Pabellón "Antofagasta" nos atraía a sus "vespertinas". En donde, actualmente, se encuentra "Las Mil Delicias", estaba su puerta principal, con un foyer que invitaba a pasearlo entero. Tarde a tarde, veíamos llegar, allá, a Dobrila Franulic, con su cello; a don Antonio Violante, con su caja de flautista. Don Atilio Quintano salía del taller de la joyería, a su silla de músico del Pabellón. Con su voz de bajo nos invitaba: -"Niños, síganme".- Entrabamos, alegremente, a la función y nos sentíamos dueños del teatro, ¡con telón y orquesta!
Los 12 de diciembre, Elías celebraba "su día", como prólogo del 13, día de mi cumpleaños. Y… los festejos continuaban.
Andrés Sabella, El Mercurio, 12.11.1979