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Santa Cecilia y Armando Carrera

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¿Por qué Santa Cecilia es el amparo de la Música?

La historia de esta honra nace en Roma, en tiempos del Prefecto Almaquio y llega a nosotros en frescor de belleza. Perseguida por Almaquio a causa de su fe, Santa Cecilia padeció encierro de varios días en los que se pretendió, vanamente, ahogarla en humo, castigándole por sus obras de amor cristiano.

Durante esta prisión, Cecilia no cesó de cantar alabanzas al Señor y cuando Almaquio, desesperado por su maravillosa resistencia, ordenó que se le cercenase la cabeza, ésta, a pesar del esfuerzo del verdugo, no pudo ser cortada.

Cecilia, en todos los pasos del tormento, cantó a Cristo. Esta fuerza le valió la distinción sutil de su Patronato, que los músicos chilenos mantienen en su tradición.

Recordamos comidas en las que Santa Cecilia recibía, soberana de fusas y corcheas, el homenaje de innumerables brindis. En el viejo "Orleans" de Santiago, Pepe Olivares se encargaba los festejos del 22 de noviembre.

Los músicos, entre plato y plato, trago y trago, saltaban a la tarima de la orquesta, atacando melodías que, sin duda, Santa Cecilia bendecía…

En tiempos en que Choche Mérida actuaba en el "Lucerna", también hubo celebraciones a Santa Cecilia, que se prolongaban hasta el instante en que el clarín de los gallos comenzaba sus partituras, leyéndolas con el primer rayo de sol.

Los músicos chilenos tienen fama de "orejeros", de músicos de instinto, pobres de estudio, pero ricos de "buen oído", fortuna que los distingue en América. Armando Carrera aprendió música después de escribir el vals "Antofagasta". Nos contó Oscar Flores Graña, el "Mono Flores", personaje glorioso de la bohemia de calle Bandera, hacia 1949, que él había visto a Carrera, tocando acordeón en la casa de cena que mantenía su padre acá en calle Maipú, subiendo por calle Matta.

El "Mono Flore" exigió que le permitiesen hablar en el entierro de Armando Carrera, el 18 de septiembre de 1949, serio y con el cuerpo trasnochado, dijo al comenzar:

-Armando, te despido no en nombre de Santa Cecilia. Te despido en nombre de la calle Maipú de Antofagasta y de tu viejo acordeón.

Andrés Sabella, El Mercurio, 22.11.1982