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Antofagasta y la justicia ambiental

"Cabe preguntarse cuáles son los beneficios económicos y ambientales derivados de dichos impactos".
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Desde que existe la institucionalidad ambiental chilena, ésta ha aprobado casi 16 mil proyectos de inversión de distinta índole, que representan alrededor de 350 mil millones de dólares. De la totalidad de la inversión, la Región de Antofagasta ha representado un 32%, casi un tercio de todo el país.

Cuando se desagrega la información por los sectores que mayor impacto ambiental generan, como la energía y la minería, se obtiene que el mismo tercio de la inversión aprobada en energía, se repite en la Región de Antofagasta, mientras que la minería, llega casi a la mitad de lo aprobado. Las inversiones futuras proyectan prácticamente los mismos porcentajes.

La justicia ambiental, que surgió como un movimiento social en Estados Unidos que identificó que los impactos ambientales se concentraban en lugares con mayor presencia de personas de color y pobres, y que actualmente es fuente de doctrina del Derecho Ambiental, propone realizar una equitativa distribución de las cargas y los beneficios ambientales en la comunidad nacional o internacional. Dentro de las dimensiones de la justicia ambiental, se identifican al menos cuatro: justicia distributiva, justicia procedimental, justicia correctiva y justicia social. Al centrarnos en esta última, que Kuhen define como aquella dimensión de la justicia "que nos mueve a utilizar nuestros mejores esfuerzos para lograr un ordenamiento más justo de la sociedad, en el que las necesidades de las personas sean más plenamente satisfechas", encontramos inspiración para buscar la sustentabilidad del territorio.

Cuando leemos las estadísticas regionales acerca de las aspiraciones de quienes vivimos en esta, encontramos que prácticamente todas dicen relación con la sustentabilidad ambiental y mejor calidad de vida, acercándose a la definición de Kuhen, pero aterrizada a nosotros mismos.

En una región que concentra los niveles de inversión como la de Antofagasta, donde la capital regional es dividida en tres por un ferrocarril y su patio de maniobras a un par de cuadras de la plaza central, la presencia de un puerto en medio de la ciudad o toda la industria que presta servicios a la industria en el sector centro norte y sus consecuentes impactos urbanísticos y ambientales, cabe preguntarse cuáles son los beneficios económicos y ambientales derivados de dichos impactos que deben pagarse por quienes vivimos en esta fértil tierra. Estas preguntas deben responderse fruto de un diálogo sincero y de largo plazo.

Para esto requerimos autoridades que no sólo estén pensando en la próxima elección, ni en hacer política a partir de eslóganes.

Probablemente el tránsito hacia la respuesta efectiva de esta preguntas sea de décadas y varios gobiernos nacionales, regionales y comunales. La historia de Antofagasta tiene varios episodios que muestran que la visión de largo plazo puede unir a la ciudad de la mano de sus líderes e intelectuales, como lo fue la conocida "Rebelión de Antofagasta", del 26 de septiembre de 1932, con el levantamiento de un movimiento civilista que estableció en sus propósitos "apagar las pasiones, renunciar a los intereses egoístas", entre otros. En aquella ocasión, la unidad local llevó a plantear un gobierno paralelo, pues la situación en la capital era caótica. Concepción adhirió a los antofagastinos en rebelión. ¿Se imaginan una "Rebelión de Antofagasta 2.0" en pleno siglo XXI? Yo sí, pero requerimos también líderes 2.0 a la altura del siglo XXI y de lo que Antofagasta requiere.

Felipe Lerzundi

Ingeniero civil químico, docente universitario

Incentivar la práctica deportiva

Es fundamental avanzar en la habilitación de más escenarios públicos, de libre acceso, que permitan que la gente, especialmente para los niños y la tercera edad. Antofagasta es una de las ciudades donde se practica más deporte en el país. Las condiciones para distintas disciplinas al aire libre son ideales durante todo el año y todavía pueden seguir aumentando.
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La buena noticia es que Antofagasta es una de las ciudades donde se practica más deporte; la mala es que la epidemia de la obesidad también ha avanzado en nuestro territorio.

Pero una crisis devela siempre una oportunidad. Si la ciudad registra una alta tasa de practicantes es porque reúne las condiciones para ello.

El borde costero es el ejemplo de lo anterior: La natación es la más popular, pero no la única. La práctica del bodyboard, la vela y otras, dan cuenta de las múltiples posibilidades que ofrece el océano. Además, es de libre acceso y con kilómetros de playas de distinto tipo que pueden tener distintos y múltiples usos.

Lo mismo con la costanera, que permite el trote, bicicleta, patines, skate y otros artefactos o simplemente caminar. En las tardes y los fines de semana se puede observar a cientos de personas en estas dinámicas.

Todo esto lo permite el excelente clima de la capital regional, el cual podemos gozar todo el año, lo que es una tremenda ventaja para las distintas prácticas al aire libre.

A todo lo anterior se suman los recintos como las canchas y gimnasios, donde pueden observarse jugadores de fútbol, tenis, basquetbol, rugby, lo que da cuenta de una enorme variedad de alternativas.

Es cierto que la mayoría de tales espacios son privados, de pago, cuestión que se explica por la ausencia de sitios que debieran ser desarrollo del Estado y sus distintas reparticiones.

Por esta razón, es fundamental avanzar en la habilitación de más escenarios de este tipo, que permitan la práctica especialmente los niños y la tercera edad.

Tales desempeños mejoran la calidad de vida de las personas, su salud, sus expectativas, ahuyentan enfermedades, permiten mejorar la sociabilidad y la generación de comunidad, de modo que solo resta crear más espacios, de gran calidad, que apunten a aquello. El deporte acarrea distintos efectos positivos y reduce otros negativos.

En un país que avanza aceleradamente al envejecimiento, incentivar el deporte y la vida sana nos ahorrará millonarios recursos en distintas áreas, pero esta cultura debe promoverse y facilitarse.

La lectura como acontecimiento

"A no perder de vista que con la lectura literaria pasa algo que excede con mucho a la sala de clases".
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Cuando uno piensa en la lectura literaria lo primero que se viene a la mente son todas las "morales" en relación con ella: los planes y programas de lectura, la idea de que hay que leer, los esfuerzos obvios y edificantes que hacen los gobiernos para promover la lectura. Todo esto en relación al peso que se le da a la lectura como un medio para el logro de otros fines; la lectura como algo edificante cuyo aprendizaje y desarrollo radica en la institución que por excelencia debe enseñar y promover el "buen leer" que es la escuela, todo ello con el fin de aportar en la construcción de comunidades más cultas, con mejores ciudadanos.

El profesor y crítico literario Miguel Dalmanori ha señalado que "el síndrome escolar y docente de ansiedad por la poca, mala o fragmentaria lectura es un comprensible síntoma de la resignación humana ante la supuesta fatalidad de la maldición bíblica del trabajo. Deberás leer bien y mucho, pues ganarás el pan con el sudor de tu frente" esto es, la lectura vinculada a un esfuerzo, a un sacrificio. La lectura vinculada al trabajo, productiva y edificante.

Otro lugar distinto desde donde pensar el tema de la lectura es verla como un "acontecimiento", como una "experiencia".

El año 1904, Franz Kafka escribió en una carta dirigida a su amigo Oscar Pollak lo siguiente: "Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros".

De este modo, Kafka nos presenta su modo de ver la lectura como un acontecimiento que no necesariamente edifica, que no es un medio para otra cosa, que es un fin en sí mismo y que es, de algún modo, una experiencia única e intransferible. Existen en nosotros, como experiencias, aquellos libros que nos arrasado o nos han encantado. Es allí donde lloramos por la suerte de "El Extranjero", donde ocurre el encuentro entre el lector y un libro, donde se reparan corazones rotos con "La Reina Isabel …" o ardemos con "Los Hermanos Karamazov". Es en este mismo lugar nos encontramos con nuestras lecturas tempranas, cuando nos asomábamos al mundo y éramos terreno fértil. Acá muchos ubican a Herman Hesse, Sabato o el "Pedro Páramo" de Rulfo.

Queda abierta la discusión. Todo bien con la escuela y sus planes y programas lectoras, pero a no perder de vista que con la lectura literaria pasa algo que excede con mucho a la sala de clases, que la desborda y nos arroja a otros mundos posibles.

Marcela Mercado

Gestora cultural