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Dagmara Wyskiel, la artista polaca que llevó su arte al palacio de Evo Morales

CULTURA. Realizadora usó miniaturas para exponer su mirada crítica del poder.
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Dagmara Wyskiel tiene un lazo potente con el desierto. La artista polaca llegó a Antofagasta en 2001. A 17 años de pisar por primera vez las tierras nortinas, hoy dirige proyecto SACO y ha realizado importantes obras que cruzaron la frontera. Ahora busca plasmar en su arte el giro que el mundo comienza tener. Responder a la curva que la sociedad está dando hacia los totalitarismos.

Dagmara recuerda que cuando aterrizó en Antofagasta, tuvo una sola impresión. Era susto. El vacío de movimiento cultural la abrumó. La zona norte en general presentaba un vacío en estas áreas.

"Desde esas falencias hay mucho potencial y mucho por hacer. Como tenía muchas ganas de crear, decido crear desde la nada", explicó la artista.

Y no esperó mucho tiempo para comenzar. A los pocos años se sumergió en el proyecto para reabrir la extinta escuela de artes de la Universidad Católica del Norte (UCN). Sin embargo, no llegó a tierra firme.

Pero estos imprevistos siempre abren oportunidades. En 2004, Dagmara y su equipo levantaron el proyecto SACO. "Hemos logrado mucho más que si hubiésemos estado dentro de instituciones más burocráticas, estáticas y que funcionan bajo su propia lógica, como una Universidad. Acá tenemos la libertad de crear, gracias a ser autogestionado y autodefinido", recuerda.

A los ojos de la artista, la ciudad ha cambiado mucho. Cuando llegó, Antofagasta era un "campamento minero". Pero en casi 20 años todo creció muchísimo.

Para ella, el principal concepto que engloba este crecimiento es diversidad.

"Se convirtió en una ciudad que valora la diversidad, de todos los tipos. Aún lo estamos viviendo. Todas esas diversidades constituyen la esencial riqueza de esta ciudad. Ahí es donde se realiza y donde sucede el cambio paradigmático. Es irreversible y es maravilloso", reflexiona.

Wyskiel recalca que hoy se están gestando distintos movimientos de arte en la ciudad. Se presenta una nueva generación de fotógrafos. Hay encuentros de artes mediales y se están realizando intervenciones en distintas zonas.

Y los antofagastinos están respondiendo al cambio. Añade que "solo en la última edición de SACO llegaron a 27 mil visitas. Eso te demuestra que la comunidad está interesada y lista para percibir el arte y disfrutarlo. El cambio es impresionante".

Rechazo y fascinación

Pero su relación con la capital regional también ha crecido. Dagmara recuerda que antes de siquiera imaginar su vida acá, con suerte sabía ubicar Chile en el mapa. Incluso se demoró dos semanas en aprender a decir "Antofagasta".

"Me parecía que la vida en el desierto es un error. La vida acá me parecía una contradicción, porque no hay condiciones mínimas. Todo impide que exista la vida", confiesa la artista, excarvando sus pensamientos de aquella época.

La artista manifiesta que ahora cada cierto tiempo debe adentrarse en el desierto. Es parte de su identidad.

Dagmara confiesa que no fue un amor fácil. Puede que tampoco haya sido a primera vista. "Pero sigue creciendo. Empezó del profundo rechazo y luego pasó a la fascinación. El encanto dominó absolutamente", enfatiza.

Presente

La artista acaba de estar en Bolivia. Por las calles de La Paz se respira descontento después del famoso F21, donde el pueblo boliviano votó para rechazar una nueva reelección de Evo Morales. Pero el actual Presidente movió sus piezas y logró una nueva postulación.

Aquella sensación de desacuerdo la movió para crear una nueva obra.

Frente al Palacio del Pueblo, lugar donde reside el poder ejecutivo de Bolivia y, que según explica Dagmara, "es un edificio impresionante, incoherente al casco histórico bellísimo de La Paz, solo un bloque de cemento", pequeñas sillas blancas, que parecen sacadas de una juguetería, fueron instaladas.

Posteriormente, la obra de arte estuvo presente en el Museo Nacional de Artes de Bolivia, donde estuvo abierta al público paceño hasta ayer.

El mensaje es simple de leer. El edificio es el poder. Cualquiera que sea más grande que las sillas tiene más poder. Y las sillas son las personas oprimidas por esa ventaja de fuerza.

Totalitarismo

Pero Dagmara enfatiza que no solo ocurre en Bolivia. La artista verbaliza su asombro por cómo el mundo está tomando un giro inesperado y brusco a los totalitarismos por medio de la democracia.

"En Brasil, Jair Bolsonaro llegó con mayoría a la segunda vuelta (y ganó la elección). En Polonia, mi propio país se está dando una fusión de la extrema derecha con la iglesia católica", recalca.

Dagmara expresa que se queda con "poder realizar ese gesto tan simbólico y contar con la recepción tan acogedora de parte del público y la escena paceña".

Concluye que "el lugar fue concreto, pero es solo un lugar de muchos. Es un punto donde se materializa a través de la intervención, una advertencia y profunda preocupación".