Hermosilla Alvarez: vida y arte
Antofagasta disfruta de una exposición de grabados de Carlos Hermosilla Alvarez, en el Instituto Chileno Francés de Cultura. Allí podemos aprender la maestría de un creador chileno de renombre mundial. Sus obras se encuentran en grandes museos europeos y americanos, honra lograda con la poderosa fuerza que contiene cada lámina suya.
Hermosilla Alvarez nos importa en su condición de verdadero ejemplo de altura humana. Un accidente le malogró, cuando se hallaba en los primeros garbos de su adolescencia, privándolo de la pierna y el brazo izquierdos. Carlos había comenzado a dibujar. Era la pasión que le ardía en la frente. Apenas pudo abandonar el hospital, no buscó un sillón para agostarse de "no hacer nada". Empezó a fortalecerse de futuro y esperanzas: no aceptó ser carga para nadie, menos para su madre. Trabajó, duramente, dominando buriles y ácidos, dibujando sin descanso. El ímpetu de su quehacer lo colocó en primera fila del grabado chileno. Pronto fue celebrado por los poetas-poeta el mismo, con 13 libros editados-, siendo casi una obligación que las ediciones de los jóvenes apareciesen con sus bellos linóleos. Su álbum "Caras del arrojo, raza y trabajo", de 1934, resultó una victoria decisiva. Fue contratado por la I. Municipalidad de Valparaíso para fundar y dirigir un taller de grabados en la Escuela de Bellas Artes, en la "Quinta Vergara". Allí, Hermosilla formó varias generaciones de grabadores , orgullosos de haber sido alumnos suyos. 30 años entregó al arte en su taller, que fue escuela y refugio de calidad y de conciencia.
Admirando a Goya, crea para los humildes y se siente mano de pueblo, mostrándolo en su verdad nacional. Antonio Romera lo elogia, escribiendo que Hermosilla se destaca por su fecundidad y su veracidad del trabajador de su alma, para verterla y confundirla con el alma de los hombres en su ansiedad de alegrías perdurables para el mundo.
Hermosilla nació el 18 de octubre de 1905.
Andrés Sabella, 28.05.1980