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Abordaje de la tercera edad

Nuestra sociedad debe orientarse a una cultura que valore, respete y a la vez salvaguarde a sus adultos mayores, que seguirán aumentando en adelante. Hay que considerar, en mayor detalle, desde el estado de las calles por las cuales camina una población adulta mayor creciente, hasta la atención que deben recibir en los servicios de salud.
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En 1950, la esperanza de vida al nacer en Chile era de 54,8 años y hoy es de 85 para las mujeres y 80 años para los hombres. Los adultos mayores suman ya más de tres millones de personas y se espera que al 2025 representen un 20% de la población.

Chile envejece a tasas aceleradas, fenómeno que tiene repercusiones de salud, económicas y sociales que exigirán repensar las políticas públicas, porque parece que la sociedad no está preparada para enfrentar este rápido cambio en la pirámide etaria. Lo que está ocurriendo en términos prácticos es que cada vez la gente vive más años, pero a la vez nacen menos niños. La tasa es de 1,9 hijos por mujer, lo que ni siquiera asegura el recambio generacional. Al observar indicadores simples como las pensiones promedio, o el acceso a la salud, se advierte que el país no facilita la vida de la tercera edad. Y esto podría ser peor conforme pasen los años y se observe un incremento de este segmento.

Para el Estado implicará un desembolso enorme en asistencia y hasta la manera en que se construyen ciudades, parques, en el transporte y los servicios generales. Hay que considerar desde el estado de las calles por las cuales camina una población adulta mayor creciente, hasta la atención que deben recibir en los servicios de salud. Desde programas de actividades para integrarlos, hasta casas de reposo cuando las familias no se hacen cargo de ellos.

No es difícil sugerir que enfermedades que hoy son incipientes y acotadas serán mucho más recurrentes en las próximas décadas. Tendremos que generar nuevas formas de entretención, específicas para este grupo, otras formas de entender y relacionarnos con el ocio, porque la disposición del tiempo libre será distinto.

Lo mismo ocurrirá con el trabajo.

Estos antecedentes llevan a la reflexión respecto a las condiciones en que se desenvolverán aquellos hombres y mujeres que integren el segmento más longevo. No se trata sólo de las condiciones que da el sistema previsional o el Estado, con la jubilación y la protección social. El asunto es definitivamente más grande y complejo.

"Actoridad internacional" y soberanía

"Nuestros límites no son sólo geográficos, no sólo se rigen por tratados, son eminentemente psicológicos, emocionales".
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Luego de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ), desestimara la demanda presentada por Bolivia respecto de una supuesta obligación histórica de negociar una salida soberana al Océano Pacífico, se han analizado una serie de factores y variables que explicarían la balanza inclinada hacia Chile y la ratificación de la tesis normativa chilena del Tratado de 1904.

Aquí permítanme discrepar a partir de mi visión de las relaciones internacionales desde la Escuela Inglesa: lo que privilegió la CIJ al momento de rechazar la impugnación o las excepciones preliminares de nuestro país (2015), fue el deseo de conocer el fondo de una disputa que, de acuerdo al fallo del tribunal internacional, no se había resuelto "por medio de un acuerdo entre las partes o de una decisión arbitral o de una decisión internacional o resueltas por acuerdos o tratados en vigor a la fecha de la firma del pacto de Bogotá" (1948). El cuestionamiento nunca estuvo en el tratado, sino más bien en el procedimiento histórico de reclamación de Bolivia en función de la supuesta obligación de Chile de negociar el acceso soberano al Pacífico. A este respecto, la CIJ analizó los intercambios escritos desde 1920 en adelante hasta llegar a la agenda de los 13 puntos (2007) como parte del primer aspecto argumental de la demanda referido a los 'acuerdos bilaterales'.

La estrategia multilateralista de nuestra política exterior que nos empuja a ejercitar un poder blando ('soft power'), privilegiando la diplomacia por sobre el conflicto, nos remite a la necesidad de desarrollar una política de buena vecindad con otras naciones-estado y con otros actores internacionales como la CIJ.

De hecho, la aplicación en derecho internacional de la figura de 'estoppel', que representó el cuarto argumento de la demanda boliviana, ha generado más incertidumbre que certezas en las disputas sobre integridad territorial. Recordemos que el estoppel, devenido del derecho anglosajón de la teoría de los actos vinculantes significa en palabras simples y tomando en cuenta la propaganda boliviana que 'no se puede borrar con el codo lo que se escribió con la mano'.

La forma más simple de pensar en evitar que las actoridades internacionales nos 'roben' soberanía es salirnos de todos los acuerdos o tratados como el de Bogotá, es decir, convertirnos en un 'estado bunker', algo que se viene observando en la política exterior de Donald Trump.

A países como el nuestro no les queda más remedio que trabajar las relaciones multilaterales y estar en paz 'con Dios y con el diablo'. Por eso, me pareció peligroso el gesto simbólico del Presidente Sebastián Piñera de regalar 'banderas hermanadas' al Presidente de Estados Unidos, pensando que en la guerra comercial entre USA y China tarde o temprano deberemos tomar posiciones. Pero aquí, la política de 'cuerdas paralelas', el ´negocio' por un lado y las relaciones diplomáticas por otro, tampoco es la panacea de nuestras relaciones exteriores.

Si bien la CIJ no hizo una invocación explicita al diálogo como señaló el presidente Evo Morales, sin embargo, nuestros límites no son sólo geográficos, no sólo se rigen por tratados, son eminentemente psicológicos, emocionales y de intercambio mutuo. Para comenzar una nueva etapa en las relaciones con Bolivia, debemos desarrollar una política exterior proactiva y sentarnos a conversar nuevamente.

Dra. Francis Espinoza F.

Académica Universidad Católica del Norte

¿Conmemorar o celebrar?

"La victoria social más importante fue sobreponerse al terror instalado en el alma y la carne".
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Pregunta que parece un juego por establecer fronteras precarias entre conceptos que muchos consideran sinónimos, tendrá distintas respuestas de acuerdo a la vereda desde la cual el interpelado se ubique, y me refiero solo a veredas que realmente sienten la fecha como relevante y no a los que oportunistamente la valoran tratando de disfrazar el entusiasmo con que se abocaron a que la fecha se transformara en una prolongación de la dictadura cívico militar.

Los autocomplacientes celebrarán la fecha con entusiasmo al asumir ésta como el día que se empieza a recuperar la democracia y así rehacer la senda republicana. Los autoflagelantes conmemoraran el término de un régimen de terror que afectaba los derechos fundamentales. Así ambos, desde su perspectiva, darán cuenta de lo que el día 5 de octubre de 1988 significó para la historia de nuestro país.

30 años después, distinguir los distintos matices, todos legítimos, que la gesta significó es una tarea compleja que todo el abanico de cientistas sociales aun no terminan de realizar y, como diría el líder chino, quizá sea demasiado pronto. Pero hay un hecho que sociológicamente creo vale la pena destacar y tiene que ver con el esfuerzo que hizo un sector mayoritario de la población por romper con el mito, impuesto de distintas maneras, respecto de que era imposible vencer a la dictadura a través de mecanismos democráticos.

Se había instalado la idea de la invencibilidad a través de mecanismos propios del rumor que iba desde votos transparentes hasta cámaras ocultas en los lugares de votación, desde autogolpes hasta encuestas hechas por servicios policiales con cifras abrumadoras a favor del Sí. La victoria social más importante fue sobreponerse al terror instalado en el alma y la carne, superar el miedo pequeño y cotidiano, la costumbre del silencio, la atomización de lo social, el temor al del lado, la delación banalizada.

Slavoj Zizeck, sociólogo y psicoanalista esloveno, señala que hoy una gran mayoría de los habitantes de Occidente están más proclives a creer en el fin del mundo por colisión de un meteorito que creer en el fin del capitalismo. La idea hegemónica de que el capitalismo es el fin de la historia es un mito que, al igual que la invencibilidad de la dictadura en ese entonces, requiere de esfuerzos colectivos para su superación.

Una coalición amplia de distintos sectores políticos, una ciudadanía movilizada, un objetivo claro y definido y una voluntad férrea fueron las herramientas claves para derrotar la dictadura. ¿Los instrumentos para superar hoy el capitalismo neoliberal desbordado en nuestro país seguirán siendo los mismos del 5 de octubre o se necesitan otros nuevos? Ojo hoy el miedo transmutó en desconfianza.

César Trabucco

Sociólogo y académico Universidad de Antofagasta