A treinta años del Plebiscito
Bien puede decirse que el proceso realizado en 1988 es un punto de inflexión en el Chile moderno; a partir de allí se consolidó la recuperación de la democracia. Que la mayoría de la entonces oposición haya optado por el camino institucional fue algo de enorme valor, mientras se barajaban otras opciones como la lucha armada. Eso habría sido un enorme desastre.
El 5 de octubre de 1988 se vivió una de las jornadas más relevantes del Chile moderno, momento en el que el gobierno militar perdió el plebiscito que pudo mantenerlo por ocho años más en el poder, pero que al correr del resultado definitivo, permitió elecciones libres un año más tarde, en un proceso que consolidó recuperación de la democracia.
Pero la fecha -que ya cumple tres décadas- tiene muchas derivadas. Una es la normalización de la democracia, de la separación de poderes trastocados desde el quiebre institucional de 1973. Pero el 5 de octubre es también es la prueba de que la ciudadanía organizada sí puede hacer las transformaciones de manera pacífica y sí es consciente de la necesidad y valor de las libertades, del respeto y los cuadros democráticos. La mayoría optó por esa vía y no por el camino armado de desestabilización del régimen, tal cual lo pregonaba el Partido Comunista.
El aceptar el Plebiscito significó esa tremenda señal de gran parte de los sectores políticos opositores a Augusto Pinochet, desde el Partido Socialista, hasta la Democracia Cristiana, muchos de los cuales habían sido acérrimos enemigos en los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende.
El diseño fue sorprendente, prácticamente todos los historiadores no han dejado de reconocer de que a poco de la realización de esos comicios, la certeza de derrocar a la administración de facto por la vía del sufragio era bajísima. Al tiempo, casos de autoridades militares entregando el poder de esa forma, también eran muy escasas o inexistentes.
Después de dos décadas de un tránsito político traumático, la sociedad chilena estaba polarizada y atemorizada, no solo por los atropellos a los DD.HH., también por las acciones terroristas de grupos armados que buscaban la caída del régimen.
Por estas razones, que la gente saliera a inscribirse en los registros electorales y luego fuera a votar libremente, fue un ejercicio de pasión y valentía y debe ser un recuerdo que las libertades, la democracia, la libre expresión, no son cualidades naturales, sino que son complejas construcciones que han costado años y numerosas vidas que deben ser honradas.