A sus 73 años el dos veces campeón de Chile de boxeo en la décadas del 70 y 80, Manuel "Palomilla" Corvalán, no muestra ni un atisbo de daño en su rostro ni en su memoria producto de los golpes que recibió durante su carrera como púgil. Algo no muy habitual entre quienes se han subido a un cuadrilátero.
Estamos en su hábitat, al lado del ring repasando su historia como boxeador y entrenador a traves de una serie de fotografías y recortes de diario que adornan una de las paredes del Fortín 21 de Mayo, su segunda casa.
Cuesta seguirle el ritmo a Corvalán. Los recuerdos le afloran uno tras otro como si estuviera arriba del cuadrilátero tirando goles.
"Mi primera pelea profesional fue contra Luis Jerez, un muchacho de San Bernando, le gané en el Green Cross, a seis round", se apura el expúgil y vuele a disparar: "ahí mismo disputé dos veces el título de Chile y otra en el Estadio Sokol. Gané dos. Después me fui para Argentina, Bolivia, Perú, Colombia y Panamá, porque aquí ya no había mucho boxeo".
Recuerdos
Su anecdotario pugilístico es extenso. A su memoria vuelven nombres como el de Andrés Osorio, Luis Castro, Juan Ferrada, Quintín Romero y Miguel Mella, la mayoría boxeadores amateur que dieron cátedra en estas tierras en los albores del siglo pasado, siendo una de las actividades de mayor aceptación en la ciudad.
"Hubo mucho boxeador amateur aquí. Uno salía para fuera y los tipos te pedían pelear. Se llenaba cuando habían veladas de boxeo. Se hacía propaganda en la calle. Un viejo que le decían 'el empanada de cadáver' salía a dar vueltas por el centro anunciando los combates", afirma el veterano entrenador.
Una de esas veladas que quedó para el recuerdo es la que protagonizaron los púgiles Luis Castro y "El indio" Zapata. "Estaba lleno el estadio. En ese tiempo se apostaba plata y el favorito era el Lucho Castro, pero el indio le estaba sacando la cresta, así que vino alguien del público y apagó la luz para que pararan la pelea y no pagar las apuestas", relata Corvalán, mientras se toma la cabeza dos manos.
Otra de las historias que desempolvó "Palomilla" es la de un boxeador local apodado "Rocky". "Un día le tocó enfrentarse con un gallo de Iquique. Era la pelea de fondo y cuando llegó en la noche venía con un ojo parchado. Le pregunté qué le había pasado y dijo que se había dañado el ojo soldando. Así que tuvimos que buscarle otro boxeador al de Iquique para acomodar la pelea. Después el 'Rocky se metió al baño para lavarse la cara y se puso el parche en el otro ojo. Al hombre le habían pagado para que no peleara", comenta entre risas quizás el púgil más exitoso de Antofagasta en los últimos 50 años.
Centenario
El próximo año la Asociación de Boxeo de Antofagasta, presidida por Hugo torres, cumplirá un siglo de actividad. Una disciplina que al igual que en sus inicios hoy carece de apoyo para preparar a los futuros campeones.
¿Cuál es la realidad del boxeo antofagastino?
-El boxeo no tiene apoyo. Aquí hay cabritos buenos que son campeones y nadie los ayuda. Tenemos que estar pidiéndole plata a los amigos. Eso no sirve. Una vez fuimos a pedir ayuda a la municipalidad para un bingo y nos dieron una caja con cuatro copas y dos arcos con flechas de juguete. Nos dio vergüenza.
¿En qué condiciones entrenan los púgiles actualmente?
-Claramente no son las mejores. Desde el 2015 comenzaron a participar muchas mujeres en boxeo y en estos momentos contamos con un solo baño y ducha que está habilitado solo para hombres. El espacio que tenemos también es reducido. El IND nos autoriza a realizar mejoras pero para eso necesitamos plata.
Los pocos recursos que conseguimos con las veladas que organizamos los destinamos para pagar pasajes y estadías cuando llevamos a los chicos competir a otras ciudades.