Menos hijos, cambio social dramático
La transformación etaria del país se acerca a lo ocurrido en los países desarrollados. El Estado deberá generar políticas públicas que apunten a cuidar y apoyar las familias. Si bien Antofagasta presenta tasas mayores, esto se explica solo por la presencia de la población migrante instalada en la zona. Con los datos que exhibe Chile hoy, la inmigración ya debe ser vista como una necesidad.
La última versión del Anuario de Estadísticas Vitales reveló que el número de nacimientos en Chile descendió 5,6% entre 2015 y 2016. Hace dos años, hubo 231.749 alumbramientos, de los cuales el 50,83% fueron hombres y 49,15% mujeres.
Con ello, el número promedio de hijos por mujer descendió de 1,8 a 1,7 durante el período estudiado, cifra por debajo de la tasa de reemplazo, que es de 2,1 hijos por mujer. La cifra es dramática y derechamente mala, pero tiene explicaciones que van por el lado cultural y simbólico: Los jóvenes han pospuesto la maternidad, la que en sí misma ha perdido valor, porque parece ser más apreciada como un problema que resta posibilidades de desarrollo personal.
Este es otro de los efectos derivados de la modernidad y del posicionamiento del consumo como eje estructural de nuestras vidas.
Veamos un ejercicio simple. Una persona que estudia una carrera universitaria sale titulada entre los 23 y 24 años, ingresa al mundo laboral, si es que no continúa otros estudios de posgrado, busca afianzarse económicamente, de modo que va posponiendo el matrimonio o la vida en pareja hasta más cerca de los 30 años.
La decisión de los hijos cae en la misma lógica y no es extraño, pues la sociedad tampoco auxilia mucho esta opción, especialmente a las madres. ¿Cuántas tienen chances de acceder a sala cuna o facilidades para la crianza en sus trabajos?
Ante esta disyuntiva no es extraño escuchar que parejas jóvenes decidan invertir o gastar su tiempo y dinero en viajes, comprar experiencias y otras del mismo tipo.
Con nacimientos menores a 2,1 hijos por mujer, no hay recambio generacional. Si en 1979 las mujeres entre 20 y 29 años contribuyeron con el 54,9% de los nacimientos, en 2016 las personas en ese mismo rango aportaron con el 45,2% de los casos.
Ante este escenario parece obvio que se necesitarán menos escuelas y más especialidades propias de un país que envejece a tasas aceleradas; lo mismo con la inmigración que pasará a ser una necesidad, porque Chile requiere mayor población. Eso es un hecho.