En pleno desarrollo se encuentra la campaña que postula al escritor Hernán Rivera Letelier, al Premio Nacional de Literatura, una distinción bastante esquiva para las letras nortinas.
El copiapino Salvador Reyes y el taltalino Sady Zañartu, se encuentran entre los muy pocos autores distinguidos. La mayoría proviene del centro del país. Para muchos, se trata de un síntoma más del profundo centralismo del país, característica que incluso golpea a la cultura. Se trata de una posibilidad perfectamente posible.
Antofagasta, en particular, ha sido generosa en maestros de la palabra y la escritura. Andrés Sabella es el nombre más conocido, quizás el punto más alto; el doctor Antonio Rendic -Ivo Serge-, pero en la actualidad contamos con personalidades de renombre en la Academia Chilena de la Lengua. Antonio Skármeta, Osvaldo Maya Cortés, Sergio Gaytán Marambio y Patricia Bennett Ramírez, son nombres que encontramos en la centenaria organización.
Es indispensable ubicar a Rivera Letelier en este contexto, que es potente desde la reflexión y la belleza de las letras.
El antofagastino ha hecho carrera con la poesía, los cuentos, pero especialmente con la novela. Su paso por la Pampa fue fundacional y desde ese recuerdo ha retratado y puesto en valor a un espacio que ya no existe en lo físico, pero permanece en la palabra.
La capacidad de Rivera ha sido llevar estas historias a todo el mundo con enorme éxito. Se trata de uno de los chilenos más reconocidos a nivel planetario, detalle del cual el hombre de 68 años es consciente, pero que no ha interrumpido su modesta y llana existencia. Todos lo hemos visto compartiendo una palabra, entregando un testimonio, siempre lejos de la soberbia o el divismo.
El autor ha paseado el desierto chileno por el mundo, las vivencias, dolores, sueños y alegrías simples de una época irrepetible. Eso es un hecho y es fenomenal que por medio de las ficciones aquello se conozca en distintas culturas.
Rivera es un escritor del Norte y un gran embajador del país.