El incendio al interior de la casa de reposo Santa Marta en Chiguayante, es una tragedia dolorosa para todo el país. Diez mujeres muertas son una cuestión insoslayable de abordar e imposible de no empatizar.
Cuando se conocieron los hechos, hubo miles de comentarios, pero los más repetidos eran aquellos que aludían al abandono que sufren muchas personas de la tercera edad. En efecto, la vejez es sinónimo de desesperanza para muchos chilenos. Por las enfermedades, las bajas pensiones, pero mucho más por la soledad y la sensación de inutilidad. Porque vivimos en una sociedad que premia el éxito y la juventud y desprecia las antípodas de aquellos conceptos.
Los viejos no son los únicos parias. Los pobres, muchos inmigrantes, los niños marginados, los habitantes del extinto Sename, aquellos que no gozan de los avances del mundo moderno; ciudadanos que no aparecen, salvo en eventos marcados por el dolor.
Es probable que a los chilenos les falte conectar mejor con esos síntomas, con tales historias, para construir una sociedad más sana desde el punto de vista emocional; porque vivimos en parcelas que no pueden y no quieren conversar. La sociedad aparece como una suma de competidores individuales, pero con escaso espíritu de cuerpo, salvo para ocasiones puntuales, como un juego de la selección, la Teletón o las Fiestas Patrias.
Un resumen insuficiente, escaso para una nación con tantos desafíos y oportunidades, que solo serán posibles de realizar en conjunto, entre todos.
El éxito de Chile es el triunfo de todos. Somos 17 millones entre los que sumamos niños, mujeres, profesionales, pero también aquellos que no han recibido la mejor educación, los que emigraron por una oportunidad, los pueblos originarios, los que están convencidos de que sí es posible lograr un desarrollo amplio.
No se trata de cuestiones que sean responsabilidad de un gobierno, son sensibilidades del ser, de la persona. No se requieren leyes para eso, ni culpar a otros por lo que fue y pudo haber sido.
Las personas somos maravillosas cuando deseamos en el otro aquello que anhelamos para nosotros mismos. Podríamos trabajar en ello.