El 18 de julio, el patrimonio artístico de nuestra región y nacional sufrió una pérdida irreparable, el artista plástico Juan Bernabé Salva Rodríguez fallecía de modo sorpresivo, dejando tras de sí un paisaje que él supo leer y reflexionar de modo único y singular. Atónitos frente a su muerte, empezamos poco a poco a reconocer y a apropiarnos de sus murales prodigados por lugares y espacios públicos, de su pensamiento estricto acerca del valor inmenso de nuestro territorio y del amor profundo e irrenunciable por el territorio que habitó.
Su hijo André Salva, realizador audiovisual, accedió a entregar su recuerdo y legado en estas páginas.
"Los pintores famosos murieron solos y pobres", así me contaba mi padre, cuando siendo un niño aún yo no entendía mucho del arte ni de la vida. "Mira las obras de Rembrandt y Van Gogh son maravillosas" y me las explicaba en niveles técnicos y de composición, con técnicas pedagógicas que me permitieron que con el tiempo pudiera redescubrirlas.
Vida
Nunca tuvimos mucho materialmente, mi padre era un papá pintor. Mientras el resto tenía "profesión" y "trabajaba", nosotros vivíamos de la pintura y el arte que en Antofagasta, fue visto por mucho tiempo, como actividades no productivas y menos relacionadas al dinero. Mal legado el entender que el arte es gratis y que no constituye un valor económico. Una tierra muchas veces ingrata y miserable, y en otras ocasiones maravillosa y sublime.
Mi padre perteneció a una generación de pintores de Bellas Artes, del Departamento Artes Visuales de la Universidad del Norte, una generación despojada y rasgada a pedazos en tiempos post 1973, una generación que tuvo que convivir con la idea del arte como peligro y que debió sucumbir muchas veces frente a la censura.
No fue el caso de mi padre. Mi padre nunca tuvo ni miedo ni contratos de trabajo, siempre con pago de honorarios y tuvo la fuerza y dignidad de mandar todo a la cresta, cuando el abuso de los pagos a profesores era vergonzoso. Fue su mejor decisión.
De modo independiente sostuvo su Taller en Galleguillos Lorca durante 15 hermosos e inolvidables años, un lugar que vio pasar a muchas personas que tuvieron la suerte de conocer tan hermoso palacio lleno de arte e inolvidables reuniones. El tiempo pasó, se sucedieron cambios políticos y la expresión artística pudo brotar libre y fecunda, pero aun así las preocupaciones de Estado nunca, en relación a la cultura, fueron prioridad.
Existen déficit sustanciales a la hora de la asignación de recursos para el desarrollo de la actividad artística y su valoración como aporte y sigue siendo la autogestión el arma más potente de los artistas de Antofagasta y gran parte del país.
Mi padre insistió e insistió cuando todo estaba al revés, cuando no se hablaba de arte, cuando muy pocos crearon; cuando un televisor o un auto era el deseo de muchos, mi padre perseguía una búsqueda diferente y se volcaba a la creación artística, una actividad que aún hoy no se comprende del todo. Cultivarse era una palabra que mi padre utilizaba mucho, vivía en permanente cuestión ¿qué son las personas? Además de comprar y comprar, y trabajar para comprar en un ciclo infinito, ¿hay algo más? Afortunadamente sí, existe el Arte, la búsqueda, la pasión, la aventura, un banco de ideas que se producen a través de la reflexión de la observación, de la capacidad de criticar, pero también de generar esperanzas de crear un mundo más bello y mejor, el arte no soluciona los problemas sociales, nos hace reflexionar y tratar de entender este mundo, no solo desde la comodidad de nuestro hogar sino desde la emoción y el intelecto.
Mi padre fue un artista fiel a su tierra, estudioso y culto en la historia del arte, siempre lo vi leyendo ciencia, anatomía, biología y arte; tardes enteras dedicadas a la reflexión, sentado con un croquis, era un estado puro de felicidad para él, no necesitaba más que eso en la vida, no necesitó nada más para crear un lenguaje y un estilo, que será precedente en la historia de la pintura chilena. La consecuencia de su trabajo me sorprende, la inagotable energía de buscar, investigar, reflexionar y escarbar en las ideas del norte, recreando una identidad que refleja los aspectos sociales religiosos, el amor y lo humano.
La humildad y sinceridad de mi padre se traspasa a través de su mirada, su infinita capacidad de hacerte pensar y preguntarte cosas profundas de la existencia humana, eso me encantaba. Nunca fue creyente en alguna religión, sin embargo sus obras reflejaban la devoción de los hombres y mujeres a las creencias de santos y vírgenes.
Somos conscientes de que el legado artístico, patrimonial y humano de mi padre es invaluable, no sólo el suyo, si no el de toda una generación que es vital en la construcción de nuestra identidad. Todas las personas que se dedican al arte, en nuestra región, debemos trabajar y exigir la valoración de nuestro trabajo, felicitar al buen artista, valorar nuestros talentos, recordar y conservar el patrimonio de nuestra historia, para que las nuevas generaciones sepan que en Antofagasta, el lugar más árido del mundo, se gestaron artistas que hicieron una maravilloso aporte a nuestra tierra. Es mi compromiso, con el apoyo de las instituciones privadas y de gobierno que la obra de mi padre, hoy convertida en Patrimonio, sea conocida por todos y que sea parte de la memoria de la historia en Chile.
"Los pintores famosos murieron solos y pobres" Afortunadamente esa frase no se cumplió en mi padre que murió rodeado por el amor y el cariño de una tierra que lo apasionó y en la que hoy descansa para que broten más cielos y cerros y rostros nortinos bellos y ajados.
"Mi padre murió rodeado por el amor y el cariño de una tierra que lo apasionó y en la que descansa para que broten más cielos y cerros y rostros nortinos bellos y ajados".
André Salva, Hijo de Juan Salva"