La imagen que se ha construido Latinoamérica en el mundo no es la mejor: Gente alegre, playas, mucho verde, pero con una corrupción galopante que muchas veces lideran las propias autoridades del gobierno de turno.
Y la verdad es que esta parte del globo sigue empeñada en refrendar esa impresión. Rápidamente encontramos el escándalo Lava Jato, en Brasil; el que sacude a la judicatura en Perú; el que acusa a la familia Kirchner de enriquecimiento ilícito y así tantos otros.
La historia trasandina es el último ejemplo: se sostiene -sobre la base de una investigación judicial y periodística- que el expresidente argentino Néstor Kirchner y algunos de sus ministros, tenían una compleja red de ingreso de dinero ilegal, cuyos orígenes están bajo investigación.
En Perú, la situación es un tanto peor. Se han conocido una serie de audios de interceptaciones telefónicas que comenzaron con una investigación a narcotraficantes, pero que escalaron hasta un juez supremo. El presidente Martín Vizcarra debió pedir la renuncia de un ministro y nombrar un grupo para reformar el sistema judicial de Perú.
Y debe recordarse que Vizcarra recién acaba de suceder a Pedro Pablo Kuczynski, quien apenas estuvo un año y siete meses en un cargo que debió abandonar después de la aparición de videos y grabaciones que implicaban a su abogado, un ministro y otros socios políticos en la supuesta compra de votos de congresistas de oposición a cambio de obras públicas.
Es probable que en Chile no encontremos situaciones tan escandalosas, pero, lamentablemente, sí contamos con episodios absolutamente censurables, en especial, relacionados con la injerencia del dinero en la política. En algunos casos, de manera tangencial y en otros, derechamente, comprometiendo determinados actos o leyes específicas.
En todos los casos, una completa falta de ética y desapego a las normas más estrictas de convivencia social, frente a los cuales no se puede ser iluso. La avaricia y la sed de poder son hechos que se repiten, por lo que deben ponerse bajo control permanente.