Celulares en la sala de clases
El uso de tecnologías en el aula es un tema que divide y para el cual no existe una respuesta estándar, pero la tendencia parece ser integrar más que prohibir. Existen colegios que trabajan con apps para smartphones y tablets, y los resultados son positivos. Expertos ven en esto una oportunidad de mejorar la técnica de enseñanza.
El uso de celulares y aparatos tecnológicos en las salas de clases es un tema que hace tiempo genera debate en las escuelas, liceos y universidades, dentro y fuera de nuestras fronteras.
Hace poco por ejemplo el gobierno de Francia anunció que los estudiantes de ese país no podrán llevar sus teléfonos a los recintos educativos, por considerar que su uso afecta la calidad del aprendizaje.
En Italia hace un par de años se había hecho lo mismo, prohibir, pero la reglamentación fue derogada bajo el argumento que era un contrasentido por un lado invertir en nuevas tecnologías de enseñanza, y por otro instalar una restricción de ese tipo.
Y qué pasa en Chile... En nuestro país el sistema educativo no ha dado una respuesta estandarizada al uso de celulares en el aula, sino que ha dejado la decisión en manos de los sostenedores y las comunidades educativas, que lo abordan de manera diversa, algunos prohibiendo, otros tolerando y, unos pocos, integrando.
Se trata por cierto de una discusión profunda, difícil, con buenos argumentos a favor y en contra, porque es claro que la tecnología en sí misma no es buena ni mala, sino que depende de la forma en que se use.
En esto creemos que para arribar a un principio de solución hay que entender el escenario, y también sus potencialidades.
Las nuevas generaciones de alumnos son nativos digitales y para ellos el celular es un elemento de la vida diaria. A saber, hoy tres de cada cuatro niños menores de 12 años posee uno, y cada usuario pasa en promedio seis horas diarias usándolo. Sin entrar a calificarlo de bueno o malo, la realidad es que un niño pasa más horas conectado que jugando.
En este contexto, expertos han planteado que en lugar de prohibir, lo mejor es integrar, asegurando que el uso de tecnologías representa una oportunidad para mejorar la técnica de enseñanza y tener alumnos más interesados. Hoy, por ejemplo, existen colegios que trabajan con apps para smartphones y tablets, y los resultados parecen positivos.
Hay motivos entonces para creer que la solución no está en la prohibir. En la tecnología puede haber una oportunidad, si se sabe aprovechar.