Abordar el presente educativo con foco en el aprendizaje
En dos meses más, en septiembre, de acuerdo al calendario escolar 2018, los profesores y profesoras de todo el país, serán parte de una jornada nacional para generar líneas de acción y reflexiones acerca de los reglamentos de evaluación, calificación y promoción para cada uno de los establecimientos en los cuales se desempeñan. De esa manera, se suscitarán actualizaciones y fortalecimientos de las prácticas evaluativas, a lo menos, con una consulta global que se desarrollará al interior de las comunidades educativas concerniente a lo que significa la serie de decisiones vinculadas a la promoción de los alumnos y alumnas en nuestro país.
A partir de las orientaciones del Ministerio de Educación, se incluye también la toma de decisión de promoción o repitencia, a través de un proceso que debiera asumirse por decisiones colectivas e integrales por parte de todos los profesores y profesoras. Este tema, al respecto, apareció hace solo cinco meses, exactamente en febrero de este año, cuando en diversos medios informativos se anunció la decisión de aprobar la actualización del decreto de evaluación, calificación y promoción escolar en nuestro país eliminando la repitencia automática y la eximición de asignaturas en todos los establecimientos educacionales del país. Para las personas que han experimentado vivencias, al respecto, es pensar que se ha optado por una mejor manera de observar la temática. Con seguridad, también, es encarar una suma de elementos en lo que se podría llamar "una nueva cuestión educativa y social". Aunque, en rigor, también, me pregunto si los profesores y profesoras fueron consultados respecto de estas cuestiones. Y al parecer, a la fecha, no ha sido así.
En plena instalación de las nuevas autoridades ministeriales, las que tienen, por cierto, una mirada ideológica específica en educación, supondremos que lo que se ha decretado seguirá su derrotero de estudio y análisis todavía más integral y democráticamente asumido por todos los sectores o bien ¿seguiremos todavía con la práctica maniqueista del todo o nada en contexto educativo? Está claro que muchas cosas se deben ajustar, revisar o modernizar; sin embargo, otras tantas se tendrán que encarar de buena forma y con ayudas técnicas. Dicho de otra manera, se valorará la línea del decreto en la medida de que se instale un trabajo colectivo de decisiones entre autoridades y trabajadores de la educación más un quehacer orientativo de parte de los establecimientos educativos para abordar lo que parece una intencionada innovación.
En atención, seguramente, a la serie de ideas y nuevas prácticas sociales que se han instalado progresivamente en nuestro país como la inclusión y la diversidad, la interculturalidad y la igualdad de género, entre otros, se estima que revisar los hechos y ciertas reglas fijas deben ser motivo de oportunidad para resguardar la provisión de una mejor educación, aunque-creo- debiera mirarse todo aquello en el contexto del aprendizaje de los y las estudiantes porque, de lo contrario, será una nueva forma de imposición, o de horizonte absoluto, en una realidad cada vez más compleja y hasta indócil.
Las evidencias en otros lugares del planeta así lo dictan: eliminar la repitencia levanta un aprendizaje integral más allá de las calificaciones lo que también puede suponer que, en algún momento del análisis y del itinerario social educativo del país se cuestione dicho procedimiento. Todo, por cierto, en el ámbito del verdadero desarrollo de un estudiante en tanto aspectos socioemocionales y cognitivos como en factores que tienen que ver con la deserción, el ausentismo o el trabajo escolar, realidad que existe aunque algunos no la quieran ver. Seguramente lo convenido en el decreto se ajusta a que existen más elementos negativos que positivos a nivel de lo que vive el estudiantado y se asume que el camino será con decisiones más integrales en un entorno cambiante y flexible.
Si pensamos, entonces, en asegurar servicios educativos equitativos y de calidad evidentemente la medida implica superar la cultura de rezago, o del fracaso escolar, puesto que este fenómeno extendido por décadas en el país indica, a las claras, que es una manifestación de un inadecuado sistema escolar que no medía las necesidades diferenciadas y reales de la población escolar y, tampoco, miraba la cantidad de estudiantes que año tras año quedaban consignados como parte de una estadística escondida de nuestra sociedad.
Profesor de Castellano,
Doctor en Didáctica
Francisco Javier Villegas