El HIDALGO
La conciencia celtíbera de libertad y lealtad, la idiosincrasia jurídica romana y el impulso cristiano universal y trascendente forman la urdimbre del alma española, sostiene el historiador chileno Jaime Eyzaguirre. De entre los personajes más propios inscritos en el latido peninsular: el hidalgo. ¿Quién ese aquel individuo hoy ausente del vocabulario mundano? Según las Partidas, documentos hoy en desuso hasta en España, "algo quiere decir, en lenguaje de España, como bien; por eso los llamaron fijosdalgo, que muestra a tantos como fijos de bien".
En breve, la hidalguía de los hidalgos, no de cualquiera, importa, más que una raigambre genealógica, una herencia de bien que hay que actualizar permanentemente con los hechos.s
Pero los hidalgos, por extensión del término, no únicamente destacan en la España del Cid, sino en todos los tiempos y en cualquier rumbo del planeta, aunque a goteras.
La vida de Antonio Rendic, uno de nuestros hidalgos, no español si croata, cursa precisamente aquella imprescindible condición: permanente casamiento con los hechos de la bondad. No la abrupta colaboración o el imperativo convocado por el ritual de la solidaridad comercial.
La hidalguía es un proceso moral en perpetuo movimiento. Camina de generación en generación y se pierde con su falta de cultivo.
Para ser hidalgo hay que serlo. Es la virtud vivida a perpetuidad pero obligatoria y aceptada libremente cada día.
Otrosí, el hidalgo no es un hombre rico aun cuando cuente con posesiones. En la historia, el hidalgo ha pasado de ser sinónimo de hombre digno pero no necesariamente acaudalado. A menudo es pobre o cuando menos menguado de recursos porque así lo ha predestinado él mismo en su búsqueda tras los valores del espíritu. Se le encuentra en la reunión de la amistad con el hombre antes que en sospechosas manipulaciones del dinero.
Creo que Antonio Rendic fue un hombre tras el cual resonaba la aventura del bien cada día, con el honor muy a flor de piel, aunque otros médicos criticaran su desdén por el confort y la riqueza que el mercado exige mostrar.
Creo que Rendic cuadra con el viejo proverbio español de "hidalgos como el rey, dineros menos". Alteza por dentro. Colaboración por fuera.
La huella de Rendic ha tenido seguidores locales, cuya trayectoria no ha logrado nivelarse con los pasos de Rendic, pero es de esperar que así ocurra, porque los caminos que traza un hidalgo son rumbos precisos que toda tierra buena necesita. Sólo que, como el tiempo lo exige, se hace camino al andar. Recuerdo con afecto la imagen de una veterinaria que dedicaba largas horas a la atención gratuita de animales y cuya temprana desaparición dejó menguada la ayuda que muchos centros comunitarios animalistas recibían de ella.
Quepa terminar con unas palabras de Eyzaguirre, según el cual, el hidalgo no habla al exterior con ademanes fingidos y atildados, sino que se vuelca al hombre gracias al contenido de su alma, expresión de una filosofía de la vida que atraviesa la conciencia social y da piso a la alta dignidad humana para aproximarse a lo que Antonio Rendic siempre apeló: parecerse, ser semejanza de Dios.