Naufragio del "Itata"
Nadie sabe a ciencia cierta cuál de los dos estuvo más perdido que el otro. Si el teniente Bello o el vapor "Itata". El refranero popular los utiliza coloquialmente para desenmascarar algún despiste. Del teniente Bello nunca más se supo. Pero lo del vapor "Itata", fue una tragedia de proporciones. El siniestro tuvo tal dimensión, que fue llamado "El Titanic chileno", comparando la tragedia acaecida en aguas coquimbanas con aquella que afectó al lujoso trasatlántico, diez años antes, en 1912.
El "Itata" era un barco viejo. Tanto, que participó en el desembarco de Pisagua, el 1º de noviembre de 1879 y entró en acción en la revolución del 1891. Tenía una eslora de 100 metros y desplazaba 1.800 toneladas. Fue modificado, para aumentar su capacidad de transporte de pasajeros sobre cubierta, afectando seriamente los cálculos de estabilidad de la nave. El 28 de agosto de 1922, zarpó desde Coquimbo cuando las condiciones climáticas eran muy desfavorables, llevaba 400 pasajeros, incluyendo familias completas. Y en sus bodegas cargaba animales, (213 vacunos y más de 500 corderos). Transportaba -además- unas 6 mil bolsas de cemento, 600 fardos diversos y 200 toneles de vino. Toda esta carga, mal estibada y sumada al embate de un mar embravecido, provocó una acentuada escora del vapor, que no pudo recuperar su estabilidad. El siniestro se desencadenó en los alrededores del peligroso bajo "El Toro", promontorio insidioso ubicado a unas 8 millas de la costa, frente a caleta "Chungungo". En tres minutos se volcó y hundió con aterradores resultados: solo sobrevivieron 26 personas, que llegaron a la playa de Los Choros, donde se les prestó auxilio. Una pena: no sobrevivieron ni mujeres ni niños.
Hoy, profesionales coquimbanos y empresas de la zona, suman esfuerzos y recursos para hallar los restos de la nave, proyecto que esperan concluir antes que se cumpla un siglo desde aquel doloroso episodio, acaecido en las temidas "alturas de Coquimbo".
Andrés Sabella
Jaime Alvarado García