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"Un gran faraón en Liverpool"

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Alberto

Pescio,

comentarista deportivo

Los hinchas le llaman el Rey de Egipto, Cuarta Pirámide o el Califa de Liverpool. No señores, no es un magnate del petróleo, ni un artista de cine. Hablamos de Mohamed Salah, un futbolista egipcio que es adorado por los hooligans ingleses.

Este joven deportista nacido en un pueblo agrícola del Delta del Nilo es descrito como humilde, tranquilo, con un gran sentido del humor y generoso.

Han sido sus goles por los Reds, los que han hecho que la religión musulmana sea un factor de integración en el fútbol inglés, que sigue siendo feudo de los blancos cristianos, y donde el racismo continúa vigente; y donde las minorías étnicas están muy pocos representadas en las gradas de los estadios porque no se sienten cómodas ya que la ultraderecha tiene una considerable presencia.

Los jugadores celebran sus goles alzando la mirada o señalando con el dedo índice el cielo, como Messi o imitando mecer a un bebé, o mandando callar a la hinchada rival, pero Salah junta sus manos en una oración silenciosa y se postra en el suelo, con los hombros y la cabeza tocando la hierba, como los musulmanes al rezar. Pese a que en el campo de juego es difícil saber dónde está La Meca, él intenta averiguarlo por si esa tarde le toca hacer un gol.

Es de justicia poética que Salah juegue para el Liverpool, porque fue allí donde un inglés se convirtió públicamente por primera vez a la religión musulmana.

En 1887, después de visitar Marruecos el abogado William Quillian se cambió el nombre a Abdullah e invirtió parte de su fortuna en construir una escuela, una mezquita y un orfanato islámico donde padres cristianos sin recursos podían dejar a sus hijos con la condición de que fuesen educados en las enseñanzas del Corán.

"Si metes más goles, yo también me haré musulmán", cantan los seguidores del Liverpool. Este canto en Anfield es revolucionario ya que contrasta con la mayoría de himnos futbolísticos ingleses, donde una de cada dos palabras suele ser un garabato. ¡Cuán poderosa es la bota de un joven celebrando un gol! ¡Grande Mohamed!

Venezolano llegó a Antofagasta tras pedalear 7 mil kilómetros

TRAVESÍA. Frank Molina ha viajado por cuatro continentes en "Liz", su bicicleta. Su meta es recorrer el mundo y que su nombre quede en los Records Guinness.
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Lleva más de 15 años viajando por distintos continentes motivado por su amor a la bicicleta y sus ganas de ser parte de los registros de los Records Guinness como la primera persona "en recorrer el mundo el bicicleta".

Padre de una familia numerosa compuesta por ocho hijos, el trotamundo venezolano de 68 años, Frank Molina, llegó el domingo a Antofagasta procedente de Bolivia.

Ya antes había estado en Chile pedaleando, pero no había viajado por el norte. De ahí su interés en recorrer la zona como parte de su interminable viaje por el globo.

Este técnico médico, que cada seis meses interrumpe su trayecto para regresar a Caracas con su familia, ha sido reconocido por distintos medios mundiales como "el ciclista de la paz" o el "embajador del deporte", títulos que destaca con orgullo.

¿Cuándo toma la determinación de salir a recorrer el mundo en bicicleta?

-El 2004 empecé mi recorrido en bicicleta. Primero anduve por Venezuela, la conocí completa, después cuando se me quedó pequeña, fui a Centroamérica, donde llegué hasta el Distrito Federal, México, y de ahí no paré de recorrer.

¿Cuáles fueron sus motivaciones para emprender esta travesía?

-Desde niño siempre quise ir a México. Y un día se me dio la oportunidad de hacerlo. Y la verdad es que pese a todo el esfuerzo que significó, la experiencia me gustó muchísimo, fuera de lo deportivo, porque en la carretera conseguí hacerme de muchos amigos.

¿En qué país se ha sentido más cómodo o aceptado?

-Me quedo con Rusia. Ahí la gente es amena, buen anfitrión. Ahí me dieron de todo, agua, dinero, comida y hospedaje. Una maravilla. De verdad que de todos los países de ese sector euro-asiático, me quedó con Rusia. China, nada; India, tampoco. En Ninguno me trataron tan bien como en Rusia… El segundo mejor país fue Mongolia. Ahí, y pese a que no hablaba el idioma, igual me trataron muy bien. Había mucho interés por entender mis señas y gestos.

¿Cuál ha sido la experiencia más complicada que ha vivido en su intento de recorrer el mundo?

-Lo más complejo que me pasó fue cuando llegué a Colombia, en 2006. Estaba andando en bici y se acerca un vehículo de forma veloz. Cuento corto, estuve secuestrado por la guerrilla durante 11 días. Me quitaron el equipaje, la bicicleta, todo. No me decían nada respecto a porqué me estaban secuestrando; lo único que me pedían, que me gritaban más bien, era que hablara, y yo les preguntaba qué cosa querían que dijera, que vieran mis pasaporte, mis papeles, que solo era un hombre andando en bicicleta por el mundo.

Afortunadamente, siempre ando con algunos recortes de periódicos de las notas en las que he salido, y eso me ayudó a convencerlos. Después me llevaron a una carretera, y me dejaron ahí. Sin la bici.

Antofagasta

¿Qué le pareció Antofagasta, la conocía de antes?

-No. Cuando vine a Chile hace siete años, llegué hasta Punta Arenas, pero no pasé por acá. Encuentro genial Antofagasta, la combinación entre el desierto y el mar es sorprendente. Conocía el desierto (Sahara), pero no un lugar que mezclara ambos escenarios.

Si pudiese explicar qué es lo más valioso que ha aprendido en estos viajes. ¿Qué sería?

-Me he dado cuenta de que en el mundo, todas las personas podemos llevarnos bien, ser hermanos, asistirnos. Me he topado con gente maravillosa, extraños, a quienes ni siquiera he podido hablarles por el idioma, sin embargo me he logrado comunicar igual. Creo en mi experiencia, que no hay fronteras.

países del continente europeo ha recorrido FranK Molina, en su travesía por 21

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