A medio siglo de la muerte del Dr. King
"Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol", es una frase que retrata la enormidad humana del activista asesinado en abril de 1968. "Si la vida es el precio que debo pagar para que mis hermanos y hermanas sean libres de una permanente muerte del espíritu, entonces nada puede inspirarme más", dijo en una ocasión.
Mañana será conmemorado en buena parte del mundo, el deceso del reverendo Martin Luther King, una de las personas más relevantes del último siglo en materia de derechos humanos. Luchador pacifista de los derechos civiles murió asesinado tras recibir un balazo, mientras descansaba en un hotel en Memphis, Estados Unidos. Prácticamente toda su vida la dedicó a propagar el mensaje de respeto y no discriminación en Norteamérica, un país que -cuesta entender esto- hasta hace medio siglo sufría con una segregación brutal.
Hasta entrados los 60, la población de color -especialmente en el sur- no podía asistir a la universidad, tenía baños separados del resto de la población, debía sentarse en los asientos posteriores de la locomoción colectiva, entre otros.
El ministro es producto de esos años, donde se debatía por distintos caminos la integración o la aceptación de las minorías. Mientras él predicaba el amor, otros tenían acciones más radicales, como el caso del activista Malcolm X, o el caso de la Nación Musulmana. Eran años de profundos cambios sociales, que marcaron a toda una generación.
Sin duda, el discurso conocido como "Tengo un sueño", pronunciado en 1963 en Washington ante unas 200 mil personas, es uno de los más conmovedores y muestra real del enorme calado de un hombre inmenso, genial orador y poseedor de una convicción tremenda. El Nobel de la Paz así lo tributa.
Cristiano devoto, Luther King caminó por sendas que nunca fueron fáciles. Fue humillado, encarcelado y golpeado; no se respetaron sus derechos de hombre, los más elementales; sin embargo, no perdió la fe en el camino elegido y continuó adelante, con la convicción de que su demanda era justa.
Muchas de sus ideas y proclamas siguen vigentes y superan largamente a lo acontecido con la población afroamericana de EE.UU.. Debemos mirar lo que ocurre con nuestros pueblos originarios, los pobres, los oprimidos, los que buscan una oportunidad, aquellos que también tienen un sueño.
Afortunadamente, la muerte ocurrida a los 39 años, no fue una derrota para este gran ser humano.