Acción psicológica y valórica
"El hombre de la posmodernidad, aunque vive integrado al planeta es un ser desarraigado y también solitario".
La utilización de técnicas de psicología de masas como herramienta para el posicionamiento de pautas y patrones de comportamiento entre las grandes mayorías, ha resultado en que cada idea política, social o cultural que se pretenda dinamizar, se manifieste dentro de un abanico de variantes, de manera tal que se permita satisfacer al más amplio espectro de opiniones posibles.
Algunas de ellas - las menos conflictivas -, son propuestas con mayor franqueza e introducidas con relativa facilidad en la sociedad por los propulsores de estas manifestaciones culturales, cobrando así la forma de las distintas costumbres o modas que se van dando: derechos humanos, femicidio, temas de género, calentamiento global, ecología, etc. En estos ámbitos, el terreno está más o menos abonado.
Sin embargo, aquellas pautas que implican profundas modificaciones estructurales y el rompimiento con arraigadas tradiciones culturales o religiosas, las cuales generan un mayor grado de resistencia, son propuestas tangencialmente, con más sutileza. El aborto libre sería un caso, la eutanasia otro.
Ayuda a la implementación de este tipo de acciones el nuevo perfil psicológico del hombre de la posmodernidad, que aunque vive integrado al resto del planeta a través de una red de comunicaciones, se ha convertido en un ser desarraigado, confundido y también solitario. Pasa el tiempo "pegado" a su teléfono móvil, bombardeado por mensajes que frecuentemente distorsionan la realidad.
No es una coincidencia que este fenómeno se haya visto asistido y aumentado en el mundo por el ocaso de las religiones, la moral e incluso la ética de las personas. Así, vemos como en el último tiempo ha existido una acción psicológica persistente y bien orquestada de parte de movimientos "progresistas", destinada a debilitar los valores, estilo de vida y patrones de comportamiento de las mayorías, en todo lo relativo a la manera en que la gente se ha relacionado tradicionalmente con lo trascendente. De este modo, los principios que abren la puerta hacia la evolución del alma, del espíritu y la esencia humana, hoy en día quedan sujetos a la promoción de ideas simplistas, que impulsan un conjunto de derechos presuntuosos y prácticamente ningún deber. Y lo que más irrita de esta situación es que aquellos que permanentemente pontifican con los derechos humanos y el respeto a la vida, no cumplen con estos mandatos y miran para el lado cuando sus correligionarios los ultrajan.
José Miguel Serrano
Economista Universidad de Columbia