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Entregan teatros Andrés Pérez de Tocopilla y Metro de María Elena

CULTURA. Obras requirieron una inversión de unos $7 mil millones.
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Redacción

Anoche fueron presentadas las obras de remodelación del Teatro de María Elena. El recinto construido en 1948 y declarado Monumento Nacional en 1999, exigió una inversión para su refacción de $2.090 millones.

Y no será lo único. Esta noche será el turno del teatro Andrés Pérez, de Tocopilla, el cual fue repuesto, con una inversión de $4.986 millones.

Las obras fueron ejecutadas por la Dirección regional de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas.

En total, ambos inmuebles podrán albergar 775 espectadores sentados: 485 en el Metro y 290 en el Andrés Pérez.

Mantención

El Teatro Metro fue una obra de la compañía salitrera Anglo Lautaro y fue encargada a ingenieros y arquitectos de la productora fílmica estadounidense "Metro Goldwyn Mayer".

Pero el tiempo hizo mella y el deterioro se hizo patente. Por eso era vital realizar los trabajos de mantenimiento, más considerando que se trata de un recinto ubicado frente a la plaza del único pueblo salitrero vivo del país.

Entre las intervenciones desarrolladas por el MOP se cuenta el mejoramiento integral del suelo interior y exterior; la conservación de estructuras metálicas de techumbre y reforzamiento del muro testero; el cambio de pavimentos de pino oregón y baldosas; la reposición de puertas y ventanas de pino oregón.

Se suma la habilitación de servicios higiénicos para público, administrativos y camarines; la restauración de butacas y butacones, así como la ampliación de la superficie del escenario y la instalación de seis varas de tramoya con sus respectivos motores eléctricos para el alzado.

El seremi de Obras Públicas, César Benítez, expresó que de esta forma se cumplió con el compromiso de la Presidente Michelle Bachelet.

"El Teatro Metro de María es una de las tres edificaciones puestas en valor para su restauración en la comuna, luego del Museo Comunal de María Elena ya en funcionamiento, y el edificio Inchinor, que se encuentra con su diseño finalizado para rescatarlo y convertirlo en una biblioteca", dijo.

Todas obras afectadas por el terremoto del año 2007, al igual que el teatro Andrés Pérez de Tocopilla, que hoy de la misma forma que el liceo Domingo Latrille y la Escuela Bernardo O'Higgins, entre otros proyectos, están nuevamente en pie al servicio de la ciudadanía".

Luis s, alcalde de Tocopilla destacó que esta es la penúltima obra que quedaba de la reconstrucción del terremoto, por lo que tiene un valor simbólico enorme.

"Es una obra maravillosa, de categoría nacional, hay que cuidarla mucho. Con esto podremos recuperar el cine y traer espectáculos de teatro, pintura, entre otros. Agradezco lo realizado por el Gobierno Regional", dijo el edil.

La deuda de Jim Olmos

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El Jim Olmos de hace 3 años trasladaba con orgullo sus libros en su carro de supermercado por las peatonales y la costanera, llevando su máquina de escribir. Agradeciendo una crónica que escribí sobre él para la Estrella de Antofagasta, me obsequió su libro Sueños y Palabras, un libro de crónicas y algunos poemas. Hay textos para sus amigos como agradecimiento y admiración. Jim escribió sobre el tabaco, los sismos, Roberto Bravo, al quillotazo, los periodistas, concursos literarios, del amor, la Plaza del Mercado y de las mujeres. Hay desconcertantes y violentas crónicas post golpe de Estado escritas en 1974. Luego se excusó. Dijo ignorar el drama de los desaparecidos. Puede parecer una prosa ingenua y maniquea, pero lo de Olmos era imponer su visión conservadora y hasta machista. Cuesta hallar una falta ortográfica en sus textos. Su obsesión por la gramática era tal, que en su última etapa le malhumoraban los descuidos ortográficos en la prensa. El último Jim, el que conocí hace 3 años, era bravo cuando algo le parecía mal. Si no se lo tomaba con compasión o con humor, seguro que podía hacer pasar a cualquiera un mal rato.

Jim, el personaje medio chalado que creó sin buscarlo, se hizo entrañable. A veces vestía de negro. Parecía sacado de una película de Tim Burton. La noche lo encontraba en un servicentro. Su casa, ubicada en un pasaje abajo del barrio industrial, estaba llena de cachivaches. Llenó toda la capacidad de la vivienda. Entre juguetes, libros y artefactos que recolectó cuyo desorden sólo él podía leer, no le quedó espacio para extender su cuerpo. Tuvo que soñar en la intemperie. Se transformó en un vecino insufrible.

Si a veces el propósito de la literatura es insultar, ofender, conmocionar, reprender y crear incomodidad, el personaje chalado de Jim Olmos lo logró. Le faltó llevar al papel su coprolalia contra el mundo y contra quienes no atendían su literatura; escribir, por ejemplo, que todas las ciudades eran la misma mierda -como decía- o sus raros diálogos con los cachivaches. Jim quedó en deuda.

Rodrigo Ramos Bañados