"Yo amo la soledad. Cumplí con mi deber, tengo dos hijos que son profesionales y viven en Santiago. Yo fui muy claro cuando los eduqué, ellos sabían que tenían que estudiar, llegar a la universidad y ser profesionales".
Esta es parte de la respuesta que el poeta Jim Olmos Adriazola dio en una entrevista a este Diario en 2014. Fue la última vez que habló con un medio.
El conocido hombre de las letras falleció ayer en Santiago, a los 77 años, en la más absoluta pobreza y abandono, algo que lo había perseguido por años en nuestra ciudad.
Historia
Olmos fue columnista de El Mercurio de Antofagasta, y La Estrella del Norte en la década de los 80, y Oasis de Chuquicamata.
Retrató distintos aspectos de la sociedad, lo que lo hizo muy conocido en círculos literarios, pero con la edad padeció el Mal de Diógenes, lo que le hacía acumular grandes cantidades de objetos.
Cuando joven tenía una personalidad amable y afectuosa. Amante de la familia y los niños; sin embargo, la misma realidad y la soledad, fue transformando a Olmos en una especie de ser ermitaño y esquivo para muchos, recordaban quienes lo conocieron.
Aún así, la extremada delgadez de su cuerpo y la falta de fuerzas por la precariedad de su vida, no era un impedimento para recorrer las calles, ir a los eventos culturales, comer canapés, charlar sobre libros y autores... volver a ser él, citó el sitio Soyantofagasta.cl.
Según trascendió, Jim Olmos Adriazola, habría estado viviendo en Santiago, siendo trasladado al Hogar de Cristo, donde se encontraba pasando sus últimos días.
En la capital regional habitaba una casa sin puertas, ventanas, ni muebles. El inmueble había sido afectado por un incendio en 2010, por lo que tampoco contaba con luz eléctrica ni agua potable.
"Tengo una jubilación después de haber trabajado en Chuquicamata. También tengo plata en el banco que me pagó por el tema del incendio de mi casa. Soy feliz como estoy ahora y vivo con lo mínimo", dijo en 2014.
El desaparecido autor alguna vez escribió: "Los niños vienen en tamaños, pesos y colores surtidos. Se les encuentra dondequiera: encima, debajo, dentro, afuera, trepando, colgando, corriendo, saltando. Las mamás los adoran, los hermanos mayores los toleran, los adultos los desconocen y el Cielo los protege".
"Un niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza con una rana en el bolsillo. Un niño es una palabra mágica. Usted puede cerrarle la puerta del cuarto de las herramientas, pero no la puerta de su corazón. Puede echarlo de su estudio, pero no puede cerrarle la puerta de su mente. Todo el poderío suyo se rinde ante él porque él es su carcelero, su jefe y su amo... él, un manojito de ruido. Pero cuando usted llega a la casa por la noche con sus esperanzas y ambiciones hechas pedazos, él puede remendarlo todo con dos palabras mágicas: ¡Hola, papito!".