
La turista eterna del griego antiguo
La italiana Andrea Marcolongo estudia el idioma griego desde la adolescencia. Su libro "La lengua de los dioses" se interna, con tintes novelescos, en la forma de ver el mundo a través del lenguaje y habla de esa civilización.
-¿Cuáles son sus primeros recuerdos del griego?
-Empecé a estudiar griego cuando era adolescente, a los 14 años, en el campo de Chianti, donde crecí. No puedo olvidar la sorpresa que sentí cuando escribí mi primera palabra en griego antiguo. Su alfabeto era tan distinto y maravilloso. Al principio, por supuesto, me resultaba difícil estudiar. Sin embargo, pude darme cuenta de que no se trataba de aprender otra lengua extranjera y sus reglas gramaticales, sino que se trataba de conocer una forma de pensar completamente diferente.
-¿Y cuándo se volvió importante para usted?
-Para responder a esa pregunta, debería citar a Virginia Woolf: "Volvemos al griego cuando estamos cansados y confundidos de la época en que vivimos". El nuevo milenio es, en mi opinión, la era de la desorientación: desde un punto de vista político, nuestras certezas flaquean y nuestros temores aumentan proporcionalmente. Desde un punto de vista personal, nunca nos hemos sentidos tan solos y huérfanos. Estoy convencida de que puedes conocerte a ti mismo solo si te mides con algo distinto. Es fácil hacerlo con algo similar a ti, pero, en ese caso, no existe un diálogo, es más bien un espejo. Esa fue la manera en que la Antigua Grecia funcionó y aquello supuso el nacimiento del teatro, la literatura, la filosofía y la lógica. Todo aquello es una especie de mapa interno para todos hoy en día, como dijo la triste Virginia Woolf hace un siglo.
-En su libro comenta que "ser forzado a memorizar algo es la mejor manera de olvidarlo", pero hay otras tradiciones, como el hebreo, que insistieron en memorizar. ¿Es importante memorizar?
-Escribí eso refiriéndome a algunos métodos utilizados en la enseñanza de lenguas antiguas, como el griego, que ya no tienen el componente oral; no solo nadie puede hablar en griego antiguo, ni siquiera sabemos cómo se pronunciaba. A veces esos métodos se centran más en las reglas de la gramática. Son importantes, por supuesto, pero son el código de un lenguaje, no el lenguaje mismo. Pasar años y años memorizando verbos sin poder leer una oración básica no es tan gracioso y, por cierto, no potencia tu confianza con un lenguaje. Es como si, en el griego antiguo, fueras un turista eterno. No conozco cada palabra en griego, pero, ¿quién lo hace en otro idioma? El objetivo principal es aprender a pensar en griego antiguo, esta es mi opinión.
-En su libro dice que "el lenguaje es la expresión de la conciencia unitaria de las personas". ¿Es esa definición todavía aplicable?
-Por supuesto. La lingüística es una ciencia social: estudia al ser humano antes que sus palabras. Si un idioma cambia es porque la gente ha cambiado primero y no al revés. Esto le sucedió al griego antiguo cuando se convirtió en el lenguaje de un imperio globalizado como el fundado por Alejandro Magno. Esto quizás esté sucediendo hoy, pero no debido a las redes sociales, los smartphones o los emojis. La tecnología siempre es un medio, nunca el objetivo principal. El propósito de cada idioma es compartir (en latín, "comunicación" significa poner en común cosas o pensamientos). Me preocupa cuán perezosos nos hemos vuelto; no nos importan nuestras palabras, perdimos la curiosidad intelectual, usamos idiomas, como el inglés, como un instrumento de trabajo ¿Dónde quedó el lado humano más íntimo de nuestro intercambio?
-Su libro es una forma de apreciar la belleza del griego, pero ¿por qué cree que sigue siendo relevante aprenderlo?
-Cuando escribí "La lengua de los dioses" había algo que no quería hacer: sentarme en un sitial y dar lecciones de superioridad a la gente, pregonar lo importante que es estudiar griego. Mi libro no se trata sobre la necesidad estudiar griego, sino que es un libro sobre la pasión. Por eso es más similar a una novela que a un manual. Traté de contar cómo los antiguos griegos vieron el mundo a través de su lenguaje: un mundo que poseía, por ejemplo, un número especial para hablar de una pareja o que tenían una forma exacta y precisa para expresar deseo o arrepentimiento. Y esa forma de ver el mundo, tan delicada y al mismo tiempo imperecedera, es un patrimonio de todos.
-¿Por qué cree que, como señala en el libro, tenemos una "nostalgia inconsciente" del idioma griego?
-Hablando con mis lectores, me di cuenta de que el sentimiento más generalizado que produce mi libro es una fuerte nostalgia. No del idioma griego o de la época de Pericles, sino sobre nuestra identidad. Los clásicos son una parte integral de nuestra manera de pensar sobre nosotros mismos y nuestra historia. Provocan un cruce de sentimientos mucho más complejo de lo que creemos. Mucho más complejo, por cierto, que los ambientes académicos están dispuestos a admitir. En ese sentido, el griego no se trata solo de observar un pasado distante, es un lenguaje cultural que hemos aprendido a hablar.
-¿Cómo cree que es la mejor manera de leer los clásicos griegos, como Homero o Sófocles o Safo?
-Durante la feria del libro de Santiago, recuerdo que un joven estudiante de Teatro me preguntó lo mismo. Le preocupaba no ser fiel a los dictámenes de los textos griegos antiguos como Homero o Eurípides. Mi respuesta fue que no se preocupara demasiado por la gramática. Los libros griegos antiguos todavía están aquí después de dos mil años para hablar sobre el alma humana. ¡No sobre las reglas de la gramática! Entonces, la mejor manera de leerlos es mantenerse fiel a uno mismo. Y, como los clásicos griegos son realmente un mundo nuevo para las personas que los leen por primera vez, mi sugerencia es que viajen dentro de ellos, paso a paso, ¡disfrutando del viaje y del panorama!
-Kierkegaard dijo que la tragedia moderna arroja sobre los hombros del personaje el resultado de sus propios actos, a diferencia de la tragedia griega, que posee categorías distintas, como el destino. ¿Cuál es la importancia del destino en el idioma griego?
-Estoy totalmente de acuerdo con Kierkegaard. La concepción del tiempo del lenguaje griego no se basaba en "cuándo" sucede algo (ayer, hoy, mañana), sino en "cómo" sucede y qué causa en las personas. De ese modo, el destino no era una fuerza irracional y fatalista para los griegos, sino una especie de deber moral fundado en las consecuencias de la acción humana. Edipo, por ejemplo, fue designado por el "destino" para matar a su padre y casarse con su madre, pero no por azar o caos, sino por lo que hizo su padre.
andrea marcolongo comenzó a estudiar griego A los 14 años de edad.
Por Cristóbal Carrasco
A diferencia de la enseñanza humanista europea, no existe -ni ha existido, al menos en los últimos cincuenta años- la intención de enseñar en Chile el griego. Puede que la falta de interés por esta lengua -o el latín- sea legítima, pero el idioma en el que se desarrolló casi toda nuestra cultura occidental parece tener algo que decirnos. La escritora italiana Andrea Marcolongo así lo cree. Se dedicó desde su adolescencia, como muchos otros jóvenes de su generación, a estudiarlo, pero hubo algo que la cautivó y que la llevó a escribir "La lengua de los dioses" (Editorial Taurus), un paseo que, a medio camino entre un libro divulgación y la crónica personal, intenta descifrar qué respuestas, sobre nuestra era, puede darnos una lengua muerta.
Marzena Pogorzaly
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