La visita del Papa Francisco al país es motivo de alegría para los chilenos y latinoamericanos, seamos o no creyentes. Definitivamente, se trata de un líder espiritual que trae mensajes y conversaciones que vale la pena escuchar y meditar.
Mucho se ha tendido a comparar esta visita papal, con la anterior, la de 1987, que concretó Juan Pablo II; evidentemente son momentos muy distintos, que poco tienen en común. Los desafíos y características del país, la sociedad, la Iglesia y el planeta, son evidentemente diferentes. Poco que agregar al respecto.
Es patente que la modernización y secularización de la sociedad nacional son también otro actor, lo mismo que el avance de las congregaciones protestantes, en desmedro de la Iglesia Católica.
En 1987, el gran desafío de Chile, un país muy pobre, era eso, además de recuperar la democracia, después de 15 años de gobierno militar.
Hoy, el país está conectado al mundo y las personas nos caracterizamos mucho más por un marcado individualismo y hasta una ausencia de sentido, obvia con el derrumbe de las grandes ideologías y declive de las instituciones.
Pero Chile tiene problemas, oportunidades y problemas y eso es lo que el Pontífice quiere relevar con su llamado.
La visita a una cárcel de mujeres no es casual. Nuestro país es una de las naciones con la mayor cantidad de personas detenidas en el mundo.
Hoy visitará Temuco, la región más pobre del país, una zona con alta presencia de mapuches y hoy castigada con hechos de violencia rural, que han complicado gravemente la convivencia. Su Santidad tiene razón al afirmar que debemos hacer más por cuidar y rescatar nuestros pueblos originarios, que son base de nuestra identidad y poseedores de una riqueza cultural que no podemos perder.
Lo mismo con los inmigrantes, un fenómeno que está sorprendiendo al país y que el Papa advierte. Él no trae la solución, pero sí una mirada empática, genuina, reflexiva y humana que debe ser ponderada en todos estos casos.
Vale la pena oír estos llamados y no dejar de conmovernos por aquello que Francisco nos dispone.