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El mensaje que el Papa trae a Chile

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Francisco posee un diagnóstico realista del mundo. No es un pesimista estéril, pero tampoco un optimista ingenuo. Él se pregunta: ¿Por qué, a pesar del desarrollo económico, del avance en el ámbito de la ciencia, y de la tecnología y de las comunicaciones, no se ha avanzado en equidad, en justicia, y menos en fraternidad?

La respuesta del Papa a esta pregunta tiene varias aristas, pero se sustenta en el hecho de que, implícita o explícitamente, después del período de la luces se quiso construir un mundo al margen de Dios. Ello trajo la idolatría del dinero, la indiferencia por el otro, y el no reconocimiento de verdades objetivas que valgan siempre y bajo todas las condiciones. El olvido de Dios llevó a la promoción de la autonomía del hombre cuyo referente último es el mismo y el emerger de la subjetividad individual por sobre una verdad objetiva y el proyecto personal por sobre un proyecto colectivo.

En este nuevo escenario cultural, que caló la esfera política, económica y social, los pobres en sus variadas formas, se han quedado sin asiento en la mesa que Dios hizo para todos. Han sido descartados. En este contexto, además, el planeta ha dejado de ser un bien a custodiar, pensando en las futuras generaciones, para convertirse en un bien a explotar sin límites. El Papa advierte que esté hecho ha convertido el planeta en un gran basural. Francisco sostiene que este nuevo escenario ha distanciado a los habitantes del planeta, se ha enquistado una verdadera globalización de la indiferencia, y, a consecuencia de ello, se han generado graves injusticias en contra de los más débiles, se ha incrementado la violencia, y se ha instalado en la cultura un gran escepticismo frente a la posibilidad de un mundo mejor.

El Papa cree que las cosas pueden cambiar. A la luz de los signos de muerte presentes en el mundo, percibe que la enseñanza de Cristo, especialmente las bienaventuranzas, y su propia vida, es posible vislumbrar la posibilidad de pasar de la noche oscura de la humanidad a la luz, de la desesperanza a la esperanza, de la guerra a la paz, de la inequidad a la equidad, de la injusticia a la justicia. Esta es tarea de todos, que exige un compromiso propio y personal intransferible e indelegable.

El Papa vendrá a Chile con el anhelo de iluminar, desde su mirada de vicario de Cristo y sucesor de Pedro, aquellas zonas en las que falta mucho aún para lograr la justicia y la paz que todos queremos. Muchos intentan hacer lecturas sociológicas, políticas, sociales y hasta sicológicas de la visita del Papa, pero ninguna de ellas será capaz de llegar al fondo de su mensaje, que es eminentemente teológico: Sólo la lectura de la realidad iluminada por la presencia de un Padre común que nos invita en Cristo, su Hijo, a vivir como hermanos, nos permitirá como país poder emprender el camino hacia una sociedad mejor.

Sólo desde ese horizonte, todos y cada uno de los habitantes del planeta nos podremos reconocer como un don, llamados a convertirnos en un don para los demás. Desde la antropología del don podremos lograr las anheladas tres te que el Papa quiere para cada habitante del planeta: trabajo, techo y tierra. Y, por supuesto, la alegría del amor.

Fernando Chomali Garib

* Arzobispo de Concepción y autor del libro "Francisco. Economía y sociedad".

La visita del Papa Francisco

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Entre este 15 y 18 de enero Chile recibirá la visita del Papa Francisco. Millones de chilenos recuerdan el viaje de Juan Pablo II en 1987 a nuestro país, historia que hoy se vuelve a repetir en un nuevo escenario, un país muy cambiado y un escenario mundial que también se ha modificado. Y por otra parte, como es obvio, Francisco no es Juan Pablo II.

Los viajes papales son, esencialmente, de carácter pastoral. Por lo mismo su objetivo principal es que las personas se acerquen a Dios, reciban frutos espirituales, procuren ser mejores. Así lo manifestó el Papa en su mensaje a Chile y Perú, previo al viaje: "Voy hacia ustedes como peregrino de la alegría del Evangelio, para compartir con todos 'la paz del Señor' y 'confirmarlos en una misma esperanza'. Paz y esperanza, compartidas entre todos".

Sin embargo, el Santo Padre es mucho más que un líder religioso, y por ello despierta un interés más amplio, que lleva a la agenda pública otros temas como el desarrollo económico, los problemas sociales, los abusos dentro de la Iglesia o la situación internacional. Por lo mismo, su saludo enfatizaba una señal sobre el sentido de la vida en sociedad: "Conozco la historia de sus países, fraguada con tesón, entrega; deseo, con ustedes, dar gracias a Dios por la fe y el amor a Dios y a los hermanos más necesitados, especialmente por el amor que ustedes tienen hacia aquellos que están descartados de la sociedad. La cultura del descarte cada vez nos ha invadido más".

Este es un tema en el que Francisco ha insistido especialmente en los últimos años. No es, como suele interpretarse, una fórmula política o económica específica, sino que se trata de una invitación a una cultura o un modo de vida distinto, que tiene a la persona humana en el centro del desarrollo y que procura que no haya grupos que sean desechados como resultado del exitismo, el consumismo o la exclusión.

Como suele ocurrir, también han existido polémicas o disputas asociadas a la visita papal. Algunas de ellas son el decreto de algunos feriados, la posibilidad de reunión con víctimas de abusos sexuales -por lo demás siempre es una buena ocasión para pedir perdón por dichos abusos-, unas bombas y amenazas en los últimos días y la eventualidad de alguna declaración "políticamente incorrecta" en materias sensibles.

Sin embargo, hay otros aspectos que son positivos y necesarios, han sido parte de la preparación durante el 2017 y serán el corazón de la peregrinación papal: las reuniones masivas con públicos distintos en Temuco, Santiago e Iquique.

Alejandro San Francisco