Los trenes
¿Quién no jugó con un tren cuando niño? Mi primer juguete con movimiento propio fue un tren a cuerda, con una línea férrea en forma de ocho que armaba en el piso y, asombrado, observaba su traqueteo y evoluciones.
Años después, mi primer viaje fue en el Tren Longitudinal, el mítico "Longino", hasta Coquimbo. Íbamos a la fiesta religiosa de Andacollo. Esa fue una aventura de casi dos días y medio.
En mi época de mochilero me embarqué en el tren de tercera clase desde Santiago hasta Puerto Montt (cuando llegaba hasta allá). Fue un viaje emocionante, inolvidable, compartiendo "Piñones", "Pan amasado" con "Queso de Cabeza" y vino tinto ¡de desayuno!
En la década de los 60 ¿quien no viajó en verano en el popular tren desde Santiago a los balnearios de Cartagena, San Antonio y Llolleo ? Era semejante a los trenes de la India, atiborrado de pasajeros.
En mi etapa de folclorista (Tambo Atacameño) mi primer charango llegó oculto y envuelto en diarios (para evitar la aduana) en el coche cocina del tren internacional, el mismo en el cual me embarqué varias veces hasta Bolivia. La meta era el Carnaval de Oruro.
Mis viajes continuaron en el "Tren de la Muerte" que cruza la selva Boliviana, desde Puerto Quijarro hasta Corumba, Brasil, un infierno verde plagado de mosquitos, reptiles y mucha humedad.
Mis aventuras en el "Pata de Fierro" , prosiguieron por la zigzagueante red del tren que recorre desde el Cuzco hasta la estación Macchu Picchu y Vilcabamba, pasando por el Valle Sagrado de los Incas y el imponente río Urubamba .
Podría seguir hablando de trenes: podríamos decir que el tren conectó nuestro país, que fue pilar en el desarrollo del Norte Grande, que es parte de nuestro imaginario colectivo. En su interior se produce una sociabilidad popular no vista en otros medios: nacen amistades, los pasajeros cantan, se divierten… Pero, a veces, hoy, tenemos poca paciencia cuando nos toca detenernos a esperar su paso, como recuerdo del Antofagasta de antaño.
Aunque a algunos no les guste, somos muchos los que, con nostalgia, decimos: ¡Vivan los Trenes!.
Omar Villegas A