Prensa Obrera, 1900/1920
En ataúd de cartón piedra y con la dignidad del pergamino vuelve al polvo La Prensa Obrera. Inútil mausoleo, la Biblioteca Nacional, con sus guardias de escribas, no han evitado que miles de ejemplares fueran polvillo, aquella forma de existencia tan cercana a la eternidad.
La Prensa Obrera es galardón del Norte de Chile. Distinción del pampino. Durante el último decenio del siglo 19 y hasta la última crisis del salitre, miles de periódicos en remolinos de viento se desperdigan en la pampa. Juguetean en el aire hasta llegar al rajo o quedar atrapados en la piedra de desmonte, en el fondo de la covacha. Lentos en el chinchel, bulliciosos en el puerto, precavidos en la oficina, inasibles para su administración. El periódico obrero fue burlón saltimbanqui al lado de aquel otro, periódico mercantil regular, satisfecho, reposado en la mesa del empleado.
La Prensa Obrera fue arena del desierto, puna de la pampa, derrotero del nortino.
Financiada por trabajadores, su destino son los trabajadores, trabajadores la imprimen y denuncian su explotación. Su función: educarlos políticamente. Su estima: la injusticia denunciada. Su gran esperanza: la revolución, ese rojo amanecer, su desconsuelo, su pasión la propaganda política; su desvelo: la necesidad de más corresponsales. Su rabia: las fichas, enganches, comida vaporina, despidos.
La prensa mercantil rotula a los otros periódicos, a esos periódicos a los que fácil e inexactamente llamamos oficiales, los que en su tinta traza precios, valores de productos, itinerarios de trenes y barcos, henchidos de propaganda y que en breves columnas dan cuenta de la oprobiosa "vida social".
Justo es decirlo, informa de acontecimientos nacionales y extranjeros y es funcional a una emprendedora burguesía industrial que luchó desde la miseria y que logró, producto de su esfuerzo, coludirse con el capital extranjero, cuando tuvo suerte. Pienso en El Industrial, El Diario o El Comercio, de Matías Rojas, en cuyas prensas también se cinceló el desarrollo económico de la región.
R. Alejandro Pérez M.