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La posesión de Verónica

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Periodista, escritor y

académico UA

No resulta una exageración plantear que 'La posesión de Verónica', del director español Paco Plaza, se encuentra no solo entre las mejores películas de terror de este año, sino que además es un estimulante ejemplo de la capacidad de su realizador para dar una vuelta de tuerca a un género que sigue tan vigente como antes.

Desde luego, este filme es una experiencia audiovisual que cumple de manera satisfactoria con los elementos clásicos del cine de terror para adultos, a la vez que resulta muy interesante como retrato de una familia que entrará en colapso.

"La posesión de Verónica" utiliza de manera notable un elemento clave cuando se busca generar terror: emplea lo cotidiano, lo verosímil, para instalar el desconcierto sin recurrir a efectismos ni a exageraciones. De hecho, el guionista Fernando Navarro utiliza un hecho real acontecido en Vallecas, España, ocurrido en 1991 y que se trataría del único caso paranormal que existe en ese país, acreditado por los informes de los policías que acudieron a un departamento en pleno centro de la ciudad, encontrándose con un hecho siniestro e increíble.

Lo inteligente del guion es que, en vez de ajustarse a los hechos con estricto apego a lo referido, reelabora esta historia casi por completo, sin perder el hilo central, esto es, aquello que es inexplicable, la sensación de extrañamiento por parte de los agentes policiales que acudieron al lugar de los hechos y que, más tarde, redactaron la única evidencia que consta de fenómenos paranormales de los que ellos fueron testigos.

La historia se sitúa en Madrid, en 1991, donde una adolescente y dos compañeros del colegio de monjas, aprovechan un eclipse solar para esconderse en el sótano del establecimiento y jugar con la ouija, tratando de comunicarse con los muertos, sin imaginarse que este hecho significará terribles consecuencias: a la protagonista la empieza a perseguir una siniestra figura negra que la amenaza con dañar a lsus tres hermanos.

Lo que se agradece de la película es que no solo se queda en este hecho pavoroso, sino que además describe con mucho cuidado y acierto al mundo de los años 90, mostrando de manera notable el barrio de Vallecas, el régimen de los colegios religiosos y de cómo las familias numerosas tratan de sobrevivir en una sociedad que está cambiando drásticamente. Para lograr esto, se evidencia un gran cuidado en los detalles de ambientación, donde se aplauden el vestuario, los peinados, la puesta en escena y los escenarios a la vez que una adecuada banda sonora.

De manera notable, el filme puede ser entendido como una película de terror, que cumple perfectamente con los elementos propios del género. Pero también, en una lectura más profunda e inquietante, puede también tratarse del ingreso de la protagonista a la pubertad, del despertar al mundo adulto y -al igual como sucedía en la clásica 'Carrie' (1977), de Brian de Palma- este tránsito de la niñez a la adolescencia sirve al director para hacer un paralelo con el ingreso a un mundo de terror y de sobresaltos.

Gran parte del atractivo que tiene "La posesión de Verónica" radica en la excelente actuación de todos los personajes, partiendo por Sandra Escacena, quien debuta en esta película con una notable interpretación, siendo muy bien secundada por el trío de actores infantiles que, lejos, se muestran espontáneos y creíbles, inspirando en los espectadores una gran ternura y unos muy bien aprovechados instantes de humor que contribuye en ocasiones a rebajar la tensión y en otras a incrementarla.

Este filme contiene estupendas secuencias, cada una de las cuales se encuentra perfectamente armada e hilada con el proceso de crecimiento y transformación que afecta a la protagonista. Destacan, por ejemplo, aquella secuencia rodada al revés o aquella en la que la protagonista parece caminar encima de las palabras de la Enciclopedia de lo Oculto. Ni qué decir la aterradora primera aparición de esa figura indefinible que acecha a la muchacha y que, literalmente, irrumpe en su hogar.

Para los cinéfilos, esta película tiene todo el aliento y la estética de las grandes obras fílmicas de los años setenta, recordando algunos de esos títulos clave en España como "Cría cuervos" de Carlos Saura (que tenía a una pequeña Ana Torrent que ahora hace de madre de los niños) o La centinela de Michael Winner como referencias estilísticas. De algún modo este filme conecta también con clásicos como "El bebé de Rosemary" (1968), de Roman Polanski, "El exorcista" (1973), de William Friedkin hasta piezas como "Todos los colores de la oscuridad" hasta llegar a "La Profecía".

El director Plaza también hace gala de un gran dominio del lenguaje fílmico y los apartado técnicos: la mezcla de sonido y la fotografía están impecablemente trabajadas como en aquel instante sublime del montaje paralelo entre el juego con la ouija y el colegio agrupado en la terraza para ver el eclipse solar, secuencia que culmina con la marca del sol proyectada en el pecho de la protagonista.

De este modo, el realizador Paco Plaza dirige una de las mejores películas de terror vistas en este año porque se trata de un excelente filme, que tiene su propia personalidad y su estética, conformándose en la gran sorpresa de la cartelera que debe ser vista en especial por los cinéfilos y los que son fanáticos de un terror inteligente, maduro y bien resuelto, donde nada constituye exceso que empañe la calidad de esta pieza terrorífica. Buena..

Víctor Bórquez N.