Discreto silencio de Floreal Acuña
Muchas son las maneras de recordar a Floreal Acuña. Lo saben los antofagastinos. Algunos, lo hacen a través de ese libro magnífico que fue y es Antofagasta, pasión y poesía, 1961. Allí, su Canto para mi tierra, solo seis estrofas en verso libre que dan cuenta de una vida donde todo contribuyó para enraizarlo en estas latitudes: "Te he de cantar, Antofagasta con mi corazón prendido al cielo, a este cielo que en el Pacífico humedece la punta azul de sus estrellas".
Es probable que alguien lo tenga presente en las cuatro páginas de la que fue Antofagasta, Breve Antología del Centenario, 1866/1966, donde lo acompañan Durán Díaz, Rendic y Sabella.
Otros recordarán, al hablar del español León Felipe y su breve permanencia aquí, en 1946: "De Antofagasta a La Paz (en el tren), poema escrito ese año e incluido en Antología Rota. "Única persona (con) que paseaba por las tardes yendo al mar"; así lo recordaba Sabella. En esos coloquios callejeros, el joven "Floreal lo escuchaba y nunca sintió la tentación de mostrarle sus poemas, era feliz con oír al viejo genio, con aprender de su palabra".
En el recuerdo de antofagastinos de maduras generaciones, Floreal Acuña tiene su lugar. Poder leer sus poemas y quizás enhebrar algunas ideas en modesto intento de retraerlo, es un pequeño acto de justicia para un conciudadano que más de algo hizo a favor de la cultura local.
En discreto silencio siguen sus amigos de Cobrysal: Sabella, Durán Díaz, Juan Gana, Antonio Tomicic, Mario Baeza Marambio… En el sustrato ideológico imperante en los intelectuales citados, se advierte una modalidad de creación literaria afín con el sentir proletario. Unos más, otros menos, pero en ellos la preocupación por el hombre común ocupa un lugar. En el caso de Acuña, su reconocimiento a los pampinos excedió el límite de sus existencias.
Floreal Acuña Araya, nació en Antofagasta, octubre 26, 1920 y falleció en Peñalolén, diciembre 24, 1987. En, Floreal, timonel de sueños, de Gabriel Amengual.
Osvaldo Maya C.