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Ignacio Martínez de Pisón, autor de "Derecho natural"

La autonomía según un novelista catalán

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-¿En qué cambió la Barcelona de su novela a la actual?

-El nacionalismo minoritario a principios de los 80 empezó a recibir los votos de las clases medias que habían convivido amigablemente con el franquismo. Abrazar la causa de la pequeña patria les convertía en una especie de antifranquistas retroactivos: ya no eran los que habían colaborado con la dictadura, sino los que habían sufrido la opresión de su lengua y su cultura. Tarde o temprano tenía que pasar lo que está pasando: el ultimátum nacionalista para que los catalanes tengamos que decidir entre nuestras identidades catalana y española.


En resumen

-Cuando habla de los personajes de su novela, lo hace como si no fueran creación suya. ¿Lo siente así?

-Cuento sus vidas como si fueran personas a las que hubiera conocido de cerca y de las que supiera todos sus secretos. Cuando uno empieza a proyectar una novela, lo primero es perfilar bien los personajes. Hay un momento en que sientes que se han convertido ya en personas de carne y hueso. Entonces el autor deja de mandar en la historia y los personajes empiezan a hacer las cosas por sí mismos. El mayor logro al que puede aspirar un novelista es crear personajes de verdad, que se quedan clavados en la memoria de lector.

¿Puede el derecho de autodeterminación de los pueblos ser considerado un "derecho natural"?

-En la novela hablo de esa idea de justicia previa y superior a la ley que se manifiesta cuando estamos en desacuerdo con una sentencia, por mucho que se haya dictado con arreglo a la ley. En el debate catalán esa idea de justicia recibe el nombre de "legitimidad" (que se enfrenta a la legalidad española), pero en derecho internacional no existe. El derecho de autodeterminación está limitado a tres supuestos y ninguno existe en el caso catalán: situación colonial, grave opresión política, falta de autogobierno.

Martínez de pisón admira a vargas llosa, Cheever, Munro, Ribeiro y GinzburG, entre otros.

3 preguntas

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El español Ignacio Martínez de Pisón presentó hace poco en Chile su nuevo libro, "Derecho natural" (Seix Barral), que entre tintes de humor y de drama y en la voz de Ángel, cuenta la historia de una familia disfuncional durante la Transición de España, con un padre que tiende a huir.

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alfonso gonzalez ramirez

La segunda vida de "Palomita blanca"

Se estrenó en 1992, a pesar de que fue filmada 19 años antes. El jueves regresa en una versión remasterizada que confirma las inquietudes formales de un Raúl Ruiz que no estaba dispuesto a hacer la "love story" chilena.
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En los 60, la juventud chilena pasó a ser un importante nicho de consumo. La revista "Ritmo", los aires frescos del rock and roll, la moda y la revolución sexual comenzaron a definir a una generación criada en el conservadurismo de la década anterior. En 1971, la exitosa novela "Palomita blanca", de Enrique Lafourcade (1927), coronó esos tiempos con una mirada realista que hace hincapié en las diferencias sociales de dos jóvenes entusiasmados con la nueva movida: María, una escolar tímida de clase media trabajadora, y Juan Carlos, un hippie del barrio alto.

Fue Hugo Ortega, un conocido disc jockey radial de esos años, quien vio en la adaptación cinematográfica del libro la posibilidad de replicar un éxito juvenil. Se transformó así en uno de los principales inversionistas de una película que contaría con 170 mil dólares de la época, una banda sonora compuesta íntegramente por Los Jaivas y la dirección de Raúl Ruiz (1941-2011), cineasta que ya había sido premiado en Locarno con "Tres tristes tigres" (1968). La prensa la definió tempranamente como la "love story" chilena.

Tras un casting que contó con una entusiasta cobertura mediática, un rodaje que duró seis semanas, una postproducción intensiva y los preparativos de un estreno programado para septiembre, "Palomita blanca" estaba destinada a conquistar la taquilla nacional. Pero llegó el golpe y todo se derrumbó. Ruiz partió al exilio, el camarógrafo Jorge Müller pasaría a integrar la lista de detenidos desaparecidos y la cinta se perdió en los estudios de Chilefilms.

Casi dos décadas más tarde, precisamente en 1992, el Festival de Cine de Viña del Mar estrenó una nueva edición. Ahora, a partir de este jueves, una versión remasterizada aterrizará en salas nacionales como acto de justicia con una de las producciones más maltratadas de la historia del cine chileno.

El asombro no decae. Ruiz se niega a hacer una adaptación de la novela, se opone a construir un melodrama para el gran público, desafía las expectativas de sus responsables con operaciones cinematográficas arriesgadas. Queda claro en los primeros minutos del filme cuando un collage de imágenes registradas en el Festival de Piedra Roja componen una suerte de videoclip musicalizado por Los Jaivas. Esto nos lleva a la sicodélica postal de los amantes adolescentes, desnudos y a contraluz, en una playa de Concón, mientras la voz en off de María se vuelve abstracta, polifónica.

Si está lejos de ser una nueva "love story" es también porque el cineasta destruye la tensión dramática con digresiones, alegorías políticas, dosis de humor y un juego constante con la telenovela que los personajes consumen en sus casas. Hay, también, algunos bemoles: actuaciones disparejas, escenas caprichosamente largas, puestas en escenas confusas, pero todo responde a la inquietud de un director en desarrollo; un cineasta que iba en camino a convertirse en uno de los creadores más prolíficos, libres y singulares del panorama mundial. "Palomita Blanca" es un laboratorio.

Beatriz Lapido interpreta a María y Rodrigo Ureta a Juan Carlos en "Palomita blanca".


en resumen

"Palomita blanca" contó con la producción de Sergio Trabucco y la fotografía de Silvio Caiozzi. Dura 125 minutos y la música original es del grupo Los Jaivas.

Por Andrés Nazarala R

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