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"La literatura puede unir a los pueblos"

El best seller chino Liu Zhenyun y su hija, la cineasta Liu Yulin, visitaron Chile y contaron cómo es narrar desde el otro lado del mundo.
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El escritor chino liu zhenyun y su hija cineasta liu yulin estuvieron junto a la comunidad de su país que reside en chile.

La solemnidad del edificio del ex Congreso Nacional, espacio cuyo interior quiebra el ajetreo sin destino del centro de Santiago, recibe a medio centenar de ciudadanos chinos, que no están ahí por turismo ni negocios: en el Salón de los Presidentes, a las 10.30 de la mañana, se presenta uno de los autores asiáticos más leídos del momento, Liu Zhenyun, y la comunidad residente en Chile asiste con sus libros -en finas ediciones chinas- bajo el brazo.

En China, Liu vende millones de ejemplares, mientras que acá es casi desconocido. Debería estar en México, pero el terremoto hizo que antes llegara a Valparaíso y a Santiago para el conversatorio que organizaron el Programa Asia Pacífico de la Biblioteca del Congreso, el Centro Regional de Insstitutos Confucio para América Latina y el Instituto Confucio de la Universidad Santo Tomás.

Cuando el autor entra en la sala, sólo se puede ver a través de las pantallas de los celulares de quienes están en el auditorio, porque todos quieren el mejor ángulo del escritor tras la novela "La palabra que vale por diez mil". Zhenyun camina del brazo de su hija, la cineasta Liu Yulin, egresada de la Universidad de Nueva York y quien daptó este texto bajo el nombre de "Alguien con quien hablar", ganando la medalla de plata de la Academia, una especie de Oscar para los estudiantes.

Se observa que las pantallas de los teléfonos comienzan a enviar por WhatsApp las imágenes del Liu Zhenyun. Probablemente en China, nunca llegarán a estar tan cerca del escritor. En la sala hay cerca de diez occidentales que se miran y sonríen. El best seller dice que la noche anterior, junto a la comitiva encargada de su visita, "tomamos mucho vino chileno, quizás más de la cuenta". Luego ríe efusivamente. En este lado del mundo es raro ver a un escritor importante reírse así.

Liu Zhenyun habla de la universalidad de Pablo Neruda, de Isabel Allende, de Gonzalo Rojas, de Gabriela Mistral, autores cuyos textos han llegado a su escritorio traducidos, en "una literatura que transmite sentimientos profundos y diferentes", destaca.

Conocer al otro

"La vida de los chilenos tiene dotes artísticos muy particulares. Vi los murales en Valparaíso y ahí estaba la vida vívida", rescata Zhenyun. "En la Plaza (de Armas) de Santiago vi a un artista que pinta con tiza en la vereda", continúa. "Y esa mirada tan profunda y tan chilena de la Virgen", completa en su lista de destacables.

"El intercambio cultural entre China y Chile es cada vez más amplio, más presente (...) Las relaciones entre los diferentes países, los diferentes pueblos, están marcadas por la colaboración en economía, política, inclusive militar, pero creo que el intercambio literario es la manera más económica, porque uno al leer una obra literaria, un libro de otro país, puede conocer mejor la vida de otro pueblo, sus modos, sus comidas, sus formas de cortejo, etcétera. Son los sentimientos de las personas y también su vida diaria, mientras que los intercambios políticos y militares, en muchos casos, podrían generar conflictos. Sin embargo, la literatura es lo que puede unir a los pueblos y encontrar las similitudes en valores, visiones, perspectivas y sentimientos humanos", afirma el Premio Mao Dun, el máximo reconocimiento a la novela en China.

"Me gustaría que mis obras sean también un puente para que los chilenos conozcan esos sentimientos, ese humor. Pero creo que en las obras literarias de Chile también existe mucho humor, por ejemplo, en Ramón Díaz Eterovic", dice Liu Zhenyun, quien vivió la Revolución Cultural China como soldado en el desierto de Gobi, motivo por el que debió dejar su provincia natal, Yanjin.

-Tanto chinos como chilenos viven continuamente expuestos a la tragedia. Sin embargo, ambos pueblos son capaces de reír en medio de la adversidad.

-Ese humor no es chiste, porque cuando uno se enfrenta a estas desgracias, en el fondo se siente sumamente triste. Sin embargo, con la tristeza ya no es capaz de expresarlo, se recurre al humor para expresar esta suma tristeza. Muchos escritores dicen que la verdadera comedia viene de la tragedia, y la verdadera tragedia también viene de la comedia, como Tolstói y Shakespeare. "Es uno de mis descubrimientos más grandes, cuando para la vida nace la literatura. Humor para describir las desgracias que sufrieron los chinos", agrega.

"En mis obras puedes encontrar a alguien más desgraciado que tú y sentirte mejor", dice riendo Zhenyun, cuya adaptación al cine de la novela "Yo no soy una mujerzuela" ganó San Sebastián como mejor película. En la cinta, la protagonista pasa dos años intentando desmentir un rumor iniciado por su marido que quiere el divorcio para casarse con otra. "Es una hormiga que se convierte en un elefante. De un pueblo llega hasta el Gobierno", pese a que "sus frases no tienen humor, sino absurdo, que es una forma superior de humor".

"La literatura sirve para relatar, explicar la razón de ser detrás de los hechos, de las cosas, para relatar las relaciones entre las personas y también sus sentimientos. Debe contar el nivel espiritual, el alma humana. En cuanto a la protagonista de 'Yo no soy una mujerzuela', esta mujer en su lucha describe los problemas de los derechos humanos, la corrupción, el sistema burocrático de China y también el estatus de las mujeres. En este caso -a diferencia del resto de sus obras, donde las voces narrativas hablan desde el fracaso -se trata de un héroe, no un antihéroe, porque para corregir un rumor contra ella, ella misma se enfrenta a todo el mundo. ¿Acaso eso no la hace un héroe?", sostiene el autor.

Por Valeria Barahona

alfonso gonzalez ramirez

La novela en que Germán Marín recuerda libremente a su madre

"Tal vez sí, tal vez no", la última obra del autor, narra la historia de La Nona y estuvo 20 años reposando entre sus escritos. En ella logra construir el relato divertido y truculento de una entrañable señora de clase media.
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La Nona es "grande como una mancha", alta y robusta como un globo aerostático, un gran cohete como le dice su nuera, la "Señora Corvina" como la moteja su único hijo, a quien "nunca quiso en plenitud" por su escasa capacidad de afecto.

La insufrible Nona compendia impertinencias y mezquindades, es una mujer carente de humanidad que finalmente resulta entrañable gracias al sólido oficio de Germán Marín Sessa, quien ofrece su retrato truculento y jocoso en su última novela, "Tal vez sí, tal vez no".

Dividida en siete capítulos, el libro recorre con avances y retrocesos la línea de vida de esta descendiente de italianos, desde que nace hasta que muere abruptamente un martes a las ocho de la noche, luego de un oscuro asesinato del cual hay un puñado de sospechosos, cinco hipótesis y tres conclusiones sobre la causa del deceso. Escrita hace 21 años, y basada muy libremente en el recuerdo de su madre, la novela permaneció dos décadas sepultada entre los libros y carpetas de Marín.

-¿Cuánto intervino el texto original que escribió en 1996?

-Cuando escribí esta novela decidí dejarla de lado, porque lo que estaba en ese momento escribiendo y publicando era un mundo completamente distinto. Quedó guardada hasta que hace un año y tanto, por casualidad, revisando papeles, me encontré con el original y me pareció que era pertinente, que se podía llevar a libro, le hice una lectura crítica, corregí unos aspectos y luego lo entregué a Seix Barral.

-¿Qué le habría parecido a su mamá este divertimento, la habría hecho reír o la hubiera espantado?

-Yo creo que la hubiera hecho reír en parte y algunos aspectos indudablemente no le habrían agradado. Pero bueno, no olvidemos que este libro está en buena parte conducido por la ficción, por lo tanto los elementos de la imaginación abundan.

-¿Ella leía lo que usted escribía?

-No, prácticamente no leía mis cosas. Sabía que yo escribía, pero no leía mis papeles. Ella no tenía mucho en estima mi actividad literaria, consideraba que era un poco una actividad inútil, cosa de la cual yo estoy un poco de acuerdo hoy.

Oscilaciones

Germán Marín cuenta que siempre que está a su alcance incide en las portadas de sus libros y esta no fue la excepción. El cuadro de Francis Picabia con sus líneas que se expanden y curvan le pareció que traducía muy bien el tema del título, aquello de la "arcaica disputa entre el sí y el no que divide a los seres".

-Este nombre, "Tal vez sí, tal vez no", tan oscilante y dubitativo, ¿lo adjudicó después de escribir la novela o tuvo otros?

-Más o menos desde el principio lo establecí. Aparece como frase dicha en las primeras líneas respecto a una duda que mantiene el personaje. No olvidemos además que tiene un final bastante lleno de dudas, las distintas hipótesis sobre la muerte de la Nona, así que me parece un título correcto. Eso creo, aunque a lo mejor mañana puedo pensar otra cosa.

-¿Se acuerda cuál fue el primer impulso que dio inicio a esta novela?

-La empecé a escribir estando en Barcelona, ahí me nació un poco la idea, sobre todo eso que en el libro se advierte, esa cosa imprecisa del lugar, que nunca se sabe dónde ocurren los hechos, si es en Buenos Aires, Barcelona o Santiago. Se me planteó poner en duda dónde en verdad trascurre todo, así fui orientando el asunto.

-¿Y esta es su ficción más abiertamente orientada al mundo femenino?

-Yo creo que sí, indudablemente.

-¿Y cómo fue explorar el mundo femenino?

-No creo que haya tenido una visión amplia, general, sobre el mundo femenino. Me estuve constantemente refiriendo al personaje mismo nomás.

Las tardes de cine

Desde siempre a Marín le ha gustado el cine y reconoce que hasta hoy, cuando tiene tiempo en las tardes, se pone a ver películas antiguas. "Hace poco volví a ver la segunda parte de 'El padrino' y me gustó mucho de nuevo. He descubierto también algunos autores orientales, me gustó mucho Wong Kar-wai, me llamó mucho la atención y me gustó que emplea como fondos musicales algunos boleros como 'Ojos verdes' o 'Siboney', hasta tal punto que en algo que estoy escribiendo hay una muchacha a la que le puse como nombre Siboney", agrega.

El autor dice eso sí que el cine que no resiste es el romántico de los años cincuenta, pero en general hasta los musicales le gustan. "Esas son las tardes que estoy llevando. Y mi lado melómano lo complazco sobre todo con los clásicos, que son una inclinación permanente", asegura.

-¿Tiene más manuscritos sin publicar?

-Justamente estoy abocado a eso. Tengo un libro, que fue mi primer libro, publicado el año 73 por la editorial Quimantú, es una novela que se llama "Fuegos artificiales". Nunca supe por qué, pero tras el Golpe fue prohibida su circulación y tengo entendido que los ejemplares que había fueron destruidos. Alcanzó antes a tener una pequeña proyección, tuvo algunos artículos favorables, pero poco después me fui al exilio y me olvidé del asunto hasta que un editor me sugirió volverlo a editar. En eso estamos, con el libro casi a punto.

En "Fuegos artificiales" confluyen distintos relatos unidos por elementos comunes, adelanta Marín. Uno de los principales es la historia del senador José Clorindo Inchaurraga, una especie de cacique conservador en bancarrota, quien recuerda desde su actual decrepitud y abulia.

-Se acercan las elecciones presidenciales, ¿va a ir a votar?

-No, no creo. La verdad es que no me entusiasma ningún candidato, ninguno. Me gustaría tener algún entusiasmo por alguno de ellos, pero no lo tengo. No voy a ir a votar, ninguno me satisface. Es una pena, me habría gustado tener una mayor participación como votante, pero esta vez el entusiasmo no me acompaña. Así es la vida, pues.

-Sí pues.

-Su nombre me es muy particular, porque mi madre se llamaba Amelia.

-No le puedo creer…

-Sí, por eso cuando le dije Amelia me resonó muy familiar.

germán marín cuenta que está abocado a la reedición de su primer libro, "fuegos artificiales", de 1973.


"Tal vez sí,


tal vez no"

Germán Marín

Editorial Seix Barral 164 páginas

$12.900


La Nona

Dividido el mundo en personas, animales y cosas, la Nona solo sentía aprecio por estas últimas, en particular por los objetos simples y prácticos que le daban entonación a la vida. En cuanto a las obras artísticas, sentía nada más que un soberano desprecio nacido de su rechazo a los museos desde jovencita. De ahí su afición a coleccionar cajas, grandes y pequeñas, de cartón o de lata, de todas las formas imaginables, si bien sus predilectas eran aquellas que fuesn envases de confites. Nada le encantaba más que los brillantes paisajes coloreados en las tapas, donde asomaban relucientes árboles, lagos, golondrinas que, a pesar de su antipatía congénita por la naturaleza, consideraba hermosos. Quizás le atraían los estados artificiales de esas estampas. Por diversas razones, la Nona no aspiraba el aroma de una flor, en primer término porque podía absorber algún pequeño insecto que, al recorrer por dentro su organismo, terminara alojado en sus pulmones. Además, porque ese perfume era ambiguo como la luz, poco definido, tal vez al calcular que el olor de la tierra subía por su tallo. Ella se inclinaba por los perfumes nítidos e intensos, sobre todo aquellos exaltados por la publicidad en las páginas satinadas de las revistas del corazón. Es así como cierto día, al pasar frente a la vitrina de un negocio en la calle Princesa, descubrió la caja más bonita de su vida que, aparte de lucir el bucólico paisaje, incluía en el centro el rostro almibarado de un niño de mejillas sonrosadas, enmarcado por una guirnalda de flores en forma de corazón. Le traía a la memoria las páginas de la revista Billiken que leyera cuando fuera niña. A pesar de sentir desde el colegio un fuerte rechazo a las labores de las cuales después varió, la Nona pensó que podía servirle como costurero para guardar los carretes, agujas y botones abandonados en los rincones de su cómoda. Decidió comprar la hermosa caja a fin de situarla en un lugar destacado que, aparte de su utilidad, representara un toque femenino en el hogar. Por la misma razón, adquiría a escondidas, lejos de las miradas de sus amigas y primas, los pañitos tejidos a mano que distribuía por encima de los muebles, induciendo a calcular, erradamente, las largas tardes de invierno dedicadas por ella al crochet. La Nona hubiera preferido dejarse torturar antes de confesar que ella no los hacía. Volviendo al tema, compraría la caja cualquiera fuese el precio, aunque esto era un decir, pues medía bien sus gastos, dentro de un espíritu de ahorro mitad genovés, mitad catalán, ya que no adquiría nada sin antes someterlo a un concienzudo regateo. Por lo general, le daba unos resultados excelentes. Los nervios destrozados del comerciante cedían al fin, al punto que a veces, luego de lograr la derrota del otro, se marchaba triunfante sin comprar. Lo importante era competir dentro de las opciones de la economía de mercado. Después de pasar por allí en diversas oportunidades, cayendo en una absorta contemplación pegada a la vitrina, decidió adquirir la caja antes de que, como podía ocurrir, quedara en otras manos. No estaba dispuesta a pasar un día más sin esta. La Nona entró al negocio segura de sí misma, pero le fue informado, casi sin prestarle atención, que no estaba a la venta de modo alguno. El antiguo objeto constituía, se le dijo, un adorno de la tienda, proveniente de la abuela del dueño. Estamos entonces frente a un cazabobos, reaccionó alterada la Nona, qué falta de seriedad con el público, ocurre que yo necesito esa caja puesta a la exhibición, silbó su aguda voz operática.

Por Amelia Carvallo

"Cuando escribí esta novela decidí dejarla de lado, porque lo que estaba en ese momento escribiendo y publicando era un mundo distinto".

alfonso gonzalez ramirez

"Me gustaría tener algun entusiasmo por algún candidato, pero no lo tengo. No voy a ir a votar. Es una pena, me habría gustado mayor participación".

Adelanto del libro "Tal vez sí, tal vez no",

del escritor Germán Marín. Páginas 44, 45 y 46.

"La Nona no aspiraba el aroma de una flor, en primer término porque podía absorber algún pequeño insecto".