Alejandro Segura: Norte Grande
En un ejercicio que bien podría considerarse una gesta, el músico antofagastino Alejandro Segura Durán hace suya la sustancia poética de la novela Norte Grande de Andrés Sabella, para transformarla en forma y expresión musical.
Inspirado en el trabajo de Wagner en los "Anillos del Nibelungo", cuya gestación abarcó casi un cuarto de siglo, Segura también quiso crear un mito al musicalizar la lectura de esta novela de carácter épico en un ejercicio que duró cuatro años y que contó con la colaboración de María Canihuante, quien gestionó la autorización de la familia Sabella para la utilización del texto, y la participación de Héctor Cordero, Marcela Alfaro, Nelly Lemus, Patricio Manns, Osvaldo Torres, Roberto Márquez, Osvaldo Maya, Sergio Gaytán en la lectura.
El trabajo del artista, con una conformación melódico-rítmica discursiva y recitante, aporta una "atmósfera" iluminadora a la narrativa, con una elaboración de la materia sonora musical que, como todos sabemos, es tan fugaz como la palabra que se desvanece en el aire, pero tiene el poder inmenso de hacer más elocuentes los rasgos esenciales de la palabra.
Musicalizar una novela significa, también, engalanar el texto con un ropaje sonoro musical distinto del sonoro verbal.
El pensador Gilles Deleuze decía que la piel es lo más profundo del ser humano. Y es precisamente esa "profundidad superficial" la que logra el artista Alejandro Segura en su composición musical, una obra singular, convincente y atractiva.
Desde el arte, es posible sacralizar lo humano, uniendo música y palabra. El objetivo que se impone Segura es realmente trascendente, intenta de cambiar el imaginario de nuestra ciudad, en un proceso de liberación de la memoria y la historia. Así, el resultado es una obra poético musical que nos habla de identidad, de amor por el hombre y su territorio.
Norte Grande es una novela que parece haber sido negada, en un país con una historia de negaciones. La paradoja es que no es posible echar mano al pasado salitrero de la pampa sin pasar por la novela de Sabella, no es posible apelar a la identidad de nuestra ciudad sin el reconocimiento de nuestro paisaje desértico, sus historias orales, escritas e imaginadas.
Nadie que perciba sus propios latidos podrá quedar indiferente ante la intensa y, a la vez, serena presencia poética que Sabella ha impreso a la épica salitrera, hoy suspendida entre la vigilia y el sueño.
Segura se alza, entonces, como un púgil que derrota al olvido, demostrando que pese a los rigores de la vida, de la historia y el tiempo pasado, la forja de grandes sueños sigue aún vigente como un pilar insoslayable nuestro arte y de nuestra memoria.
Marcela
Mercado, gestora
cultural